Soledad. Esa palabra que tanto miedo y tristeza da a algunos
y tanta felicidad a otros. Una palabra que puede significar muchas cosas. Un
día de soledad puede ser un día de introspección de tu interior o puede ser un
día de máxima diversión practicando tus aficiones favoritas. También puede ser
un momento para calmar todas las emociones, o un momento para expulsarlas todas
sin hacer daño a nadie.
Lo que está claro es que mucha soledad no es buena. Es
necesario tener gente a tu lado para apreciarla. Pero también es necesario
tener mucha fuerza interior para soportarla un día tras otro. Y las cosas
empeoran cuando te dicen que te busques amigos, da igual si los tienes o no, si
están cada uno a su aire o salís todos los días, porque a veces, no saben lo
que pueden provocar esas palabras en el interior de uno mismo.
Búscate amigos, dicen, ¿es que no tienes? Dicen. Sí, pero
qué pasa cuando esos amigos tienen sus planes de antemano, ya llevan un tiempo
ahorrando para el verano en familia, o simplemente, por problemas personales,
no pueden, entonces… ¿qué? ¿Qué queda? Pues nada, solo la soledad, tardes y
tardes de aburrimiento, haciendo lo
mismo, estando tu solo en la piscina, paseando tu solo… todas esas actividades
veraniegas pensadas para pasar con amigos… ya no sirven para nada, no están
pensadas para la soledad, y aunque pongas cara de alegría y diversión, digas
que todo está bien y que te lo estás pasando genial… en el fondo sabes que no
es cierto, que solo es una maldita excusa para que te dejen en paz y no piensen
que tienes algún tipo de depresión o síndrome. Esto es así, y es así cómo me
siento ahora, aunque sepa que en un rato me reuniré con una de las personas que
más me conoce, quizá la que mejor me conozca fuera de mi familia, e incluso
mejor que algunos miembros de mi familia, o al menos se molesta en hacerlo.

