martes, 30 de julio de 2013

#1

Tarde de otoño. Los últimos rayos resbalaban  sobre su pelo castaño sacándole reflejos rojizos. Su cara, de un color rosado a causa del frío, con  unos labios cortados y unos ojos brillantes, mostraban algo más de lo que a ella le gustaría.
Alguien se acercó por detrás y la abrazó. “No pasa nada” le susurró una suave voz a su oído. Una voz suave y reconfortante, una voz que conocía muy bien y que le daba seguridad.
“Estás muy seguro” su melodiosa y dulce voz resonó en el parque vacío, entremezclándose con los árboles desnudos y los graznidos de los patos.
“Tenemos que ser fuertes”. Ella giró su cabeza, los ojos verdes de él y su rebelde pelo negro liso le daban una dulzura inusual. “Tenemos...” “No pienso dejarte sola” “No tienes por qué, no me va a pasar nada...” “No te voy a dejar sola...” “¿Por qué? ¿Por qué te preocupas tanto por mí?” “Porque me importas demasiado”.
Se giró a tiempo, una lágrima furtiva resbalaba desde sus ojos  castaños trazando un recorrido por su rostro. Ese simple gesto fue suficiente para destruir lo poco que quedaba de sus barreras.



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