viernes, 23 de mayo de 2014

Una de Algo.

Cap. 12

Atracaron el barco y bajaron. En cuanto lo hicieron, unos oficiales reales se acercaron a ellos. Zola golpeó el brazo de Ulises, que aun seguía algo aturdido por el repentino cambio de Zola.
-          Escúchame bien Ulises. Hablaré yo, nada más, no quiero que metas la pata, así que mantén tu boca cerrada o esto podría acabar mal.- Ulises lo miró a los ojos, que seguían igual de verdes que antes, aunque esta vez con un brillo diferente, y asintió con la cabeza.
-          ¿Nombre del barco?- preguntó uno de los oficiales.
-          “Sirena del Mar”.- el tono de Zola mostraba una gran seguridad.
-          ¿Capitán?- siguió preguntando el oficial.
-          Yo. Maximus Brave.- el oficial asintió con la cabeza.
-          ¿Tripulación?- al escuchar esta pregunta, Ulises dirigió su mirada hacia Zola, que le sonrió como respuesta.
-          Sólo nosotros.- el oficial paró de escribir al escuchar la respuesta.
-          ¿Sólo ustedes?
-          Sí. Sufrimos un ataque pirata. El resto de los hombres trató de defender el barco, pero fue en vano, todos murieron. Sólo quedamos el chico y yo.- la mirada de Zola era intensa y estaba dirigida a los ojos del oficial, mientras que su tono había sonado triste.
-          ¿De qué puerto vienen?- el oficial continuó con su interrogatorio.
-          De Filistus, en el archipiélago de las Islas Mayores.
-          ¿Qué traían?- Zola se sorprendió ante esa pregunta, aunque no permitió que la sorpresa se viese reflejada en su rostro. Antaño, antes de que todo cambiase, las Islas Mayores exportaban azúcar y cacao, y sólo los barcos reales estaban autorizados a realizar el transporte, como medida para evitar el contrabando, sin embargo, ese mercado había decaído hacía un par de años a favor de las Islas Menores, por lo que lo más probable sería que exportasen, de forma clandestina, algún tipo de droga. Por primera vez, Zola se había quedado sin palabras, y eso no era algo que pasase muy a menudo.
-          Telas para los sastres y modistas del rey y de la corte.- La voz de Ulises sorprendió a Zola, que le lanzó una mirada de agradecimiento.
-          ¿Telas?- El oficial miró a Ulises extrañado.
-          Sí. La Fiesta de Emparejamiento es dentro de tres semanas.- Los oficiales fruncieron ante ese recuerdo, y Zola tan sólo sonrió con tristeza, una sonrisa que llamó la atención de Ulises.
-          Ah sí, la Fiesta de Emparejamiento. Estúpidos niños ricos.- Fue lo único que el oficial dijo.
-          ¿Aun  tenéis las telas?- Preguntó el otro oficial mientras miraba fijamente a Zola. No sabía muy bien por qué, pero su rostro le resultaba extrañamente familiar, tan extrañamente familiar que… No. No podía ser él, sus destinos se habían separado hacía un par de años y desde entonces no había vuelto a tener ninguna noticia… El oficial sacudió su cabeza ante esos pensamientos.
-          Por fortuna hemos podido conservar algunas de las que traíamos, la otra parte del cargamento vendrá por tierra.- Esta vez la voz de Zola sonó firme, y aunque la tristeza y la nostalgia eran palpables, no permitió  que se notase más allá de sus palabras.
-          Está bien. Maximus Brave, como capitán del “Sirena del Mar” tendrás que firmar este documento.- Zola asintió y tomó la pluma que el segundo oficial le ofrecía. Ambos hicieron contacto visual, y un montón de recuerdos se despertaron en su mente con tan solo ver esos ojos castaños que reconocería en cualquier parte del mundo. Zola se sacudió la cabeza, queriendo alejar esos pensamientos de su mente, y tan solo firmó.- Muy bien.- dijo el segundo oficial, ya pueden ir a descargar su mercancía.- Zola asintió y se encaminó hacia la zona de descarga, seguido de Ulises.- ¡Y por cierto!- Les gritó el segundo oficial, que en ese momento ya se encontraba solo.- ¡Ha sido bueno verte! ¡Pero la próxima vez disimula mejor! ¡Y que sepas que todavía no se me ha olvidado lo de aquel día!- Esas palabras tomaron por sorpresa a Zola, haciéndole sonreír, y por una vez, esa sonrisa fue sincera.
-          ¿Qué es lo que acaba de pasar?- Ulises todavía seguía en shock, sin entender nada.
-          Cállate y tan sólo camina, o nos meterás en problemas.      


sábado, 10 de mayo de 2014

Las aventuras de Max "Estocada Mortal"

Aventura nº 1: El comienzo.
Los gritos de los hombres que corrían de un lado a otro se oían desde el otro barco, nunca era bueno cruzarse con piratas, y menos si esos piratas iban bajo la bandera de los “Cazadores del Mar”, cuyo capitán, Max Jackson, conocido mucho mejor como Max “Estocada Mortal”, era uno de los piratas más temibles y temidos de los Siete Mares. Desde hacía varios años “Max Estocada Mortal” venía siendo el amo y señor de los Siete Mares. Caracterizado por su excelente manejo de la espada (cualquier tipo de espada) y por su respeto hacia la esgrima, Max “Estocada Mortal” destacaba sobre todo por su juventud, y por qué no decirlo, también por su atractivo. Era el modelo a seguir de muchos jóvenes, aburridos, de la nobleza, y de muchos otros que veían en la piratería la oportunidad de hacerse ricos. Era el sueño de todas las mujeres sin excepción, que veían en él la oportunidad de llevar una vida que ni locas podrían llevar en tierra.
Pero Max “Estocada Mortal” era más que eso. Era más que un pirata temible y temido, era más que el sueño de todos los jóvenes del mundo. Max “Estocada Mortal” era también un joven, un joven que despechado había sucumbido a los encantos del mar, de los grandes tesoros, de la libertad, porque Max “Estocada Mortal” era eso, la libertad, pero la libertad con mayúscula.
Para comprender el carácter de Max “Estocada Mortal” hay que remontarse unos años atrás, cuando Max “Estocada Mortal” todavía era simple y llanamente Max Jackson, de los Jackson de Newport, en Gales. En ese entonces él era un simple muchacho de catorce años que se estaba preparando para algún día llevar el negocio de su padre, un rico mercader que vendía productos de lujo y que finalmente se había asentado con su hijo en Newport, porque Max Jackson era huérfano de madre desde el día de su nacimiento. Pero los años fueron pasando, y el día de su dieciséis cumpleaños, mientras estaba limpiando el mostrador de la tienda de su padre (en la que ya trabajaba), fijó su vista en una muchacha que con mucho interés estaba observando una pluma de ave, pero no de cualquier ave, sino de un pavo real. Entonces Max “Estocada Mortal”, que en ese momento todavía era Max Jackson, se acercó a la muchacha, que con mucho interés (quizás con más interés del que mostraba hacia la pluma) miró a Max Jackson y le sonrió.
-          Me gustaría comprar esta pluma, ¿cuál es su precio?- Max frunció el ceño, pero aun así trató de ser amable.
-          Lo siento señorita, pero esa pluma no está en venta.- Entonces la sonrisa que la muchacha había puesto en sus labios despareció, y fue sustituida por una mirada triste.
-          Oh, lo siento, es que como estaba en el estante pensé que…- Max frunció aun más el ceño.
-          No está a la venta, pero si quieres te la puedo regalar, es una pluma muy especial, pero aun así…- El rostro de la muchacha se iluminó de nuevo.
-          ¿En serio?- Max asintió sonriéndole de vuelta.- ¿Y por qué es especial esta pluma?- El rostro de Max se entristeció ante esa pregunta.
-          Fue un regalo… Me la trajeron de América por mi quinto cumpleaños.
-          América… Me gustaría tanto ir allí…- El rostro de la muchacha se entristeció otra vez.
-          ¿Por qué?- La muchacha se sorprendió ante esa pregunta.
-          Porque es la tierra de la libertad.- Esas palabras quedarían grabadas para siempre en la mente de Max Jackson.
Al año siguiente, por su decimoséptimo cumpleaños, Max Jackson estaba corriendo hacia el hospital de Newport, donde la muchacha de la tienda se encontraba. En cuanto Max la vio su mirada se puso triste, haciendo que la sonrisa de la muchacha desapareciera de su rostro y se entristeciera, porque en ese año, Max y ella se habían convertido en mejores amigos, y a la muchacha no le gustaba ver a Max Jackson triste.
-          Recuerda Max, que lo importante es ser uno mismo, dejarse llevar y ser, sobre todo libre, y la única libertad que podemos encontrar es el mar, donde no hay nadie que nos diga lo que podemos o no hacer, ni cuál es nuestro deber…- Las lágrimas corrían por el rostro de Max Jackson mientras la muchacha le sostenía la mano y se la acariciaba suavemente, porque esas serían las últimas palabras que Max oiría de la boca de su amiga…

Desde aquel día Max Jackson se prometió a sí mismo que llevaría una vida de libertad, convirtiéndose en Max “Estocada Mortal” y llegando a ser amo y señor de los Siete Mares en tan sólo tres años, cumpliendo con la promesa y los deseos de su amiga, cuyo nombre nunca nadie más que él lo sabrá. Pero nadie conoce esta parte de Max “Estocada Mortal”, porque Max “Estocada Mortal” era ante todo un pirata, y los piratas nunca cumplían promesas y nunca hacían nada por nadie.