La espesa niebla que esa noche inundaba el ambiente impedía
ver la Luna. Las luces de los faroles eran insuficientes, por lo que la
tripulación tenía que estar atenta al mar.
Esa noche ni si quiera el capitán, que estaba acompañado por
el contramaestre, dormiría.
-
Mañana
parte de Río de la Plata un galeón con un cargamento de oro y plata hacia
España.- el contramaestre estaba observando las cartas de navegación.- Si nos
aproximamos un poco más sería una buena oportunidad.
-
O
nos supondría la muerte. Con esta niebla es mejor permanecer aquí.- el capitán
del barco, un joven experto en el uso de la espada y en la estrategia y bien
parecido, afirmó.- Además, lo más seguro es que lo acompañen barcos de
refuerzo. Los ataques a galeones españoles no han hecho más que incrementarse
en los últimos tiempos y nuestras cabezas figuran en todos los carteles.- el
contramaestre suspiró, aún sin comprender cómo es que había acabado al servicio
de ese joven y no con un barco propio.
-
Empiezo
a pensar, mi joven Max, que tomas demasiadas precauciones pese a no ser más que
un pirata.
-
Hasta
el pirata más rufián, contramaestre, sabe que la vida está por encima de un
tesoro.- el contramaestre observó al capitán que, pese a su juventud, había
logrado hacerse con el dominio de los Siete Mares y ser el más temido por
todos, sin embargo, nunca había matado a nadie por ambición.
-
Dime
Max, ¿por qué te hiciste a la piratería?- el capitán miró con sorpresa al
contramaestre, sin embargo, pronto suavizó su mirada.
-
Fue
una promesa.- esas palabras confundieron al contramaestre.- Hace tres años
alguien muy importante para mí me hizo prometerle, en su lecho de muerte, que
siempre sería libre.- una sonrisa melancólica y de añoranza se dibujó en el
rostro del capitán.
-
¿Una
mujer?- el silencio que se hizo fue suficiente para afirmar la pregunta.-
Amoríos de juventud. ¿Qué le ocurrió?
-
Ella
enfermó. No había cura para salvarla. Fue nuestra última promesa. América
primero, luego el mar. La libertad lo era todo para nosotros. Pensamos en
marcharnos juntos, lejos de todo, ser libres… pero ella cayó enferma y todos
esos sueños fueron desapareciendo, menos el deseo de ser libres. Por eso me
hice al mar.
-
No
lo entiendo muchacho, ¿unirte a la escoria de la sociedad, que paguen una
fortuna por tu cabeza, sólo por una mujer y un anhelo?- el capitán observó al
contramaestre, la verdad que dicho así sonaba absurdo, pero él tenía sus
principios y nunca los traicionaría.
-
La
persona con más de libertad del mundo es el amo de los Siete Mares. Yo no
quiero oro, no más que el necesario para mantenerme a mí y a la tripulación.
Sólo quiero ser libre.
La niebla comenzó a disiparse, dejando a la vista un bonito
amanecer. Un nuevo día y, con ello, nuevas aventuras.