Dicen que la adolescencia es la etapa de los
extremos, en donde todo es blanco o negro y donde los grises no existen, aunque
como todo el mundo sabe, el blanco y el negro también
tienen sus propios matices.
Ese
período de la vida en el que los
problemas se hacen eternos y sus consecuencias pueden provocar el fin del
mundo, o mejor dicho, el fin del pequeño
mundo de cada uno.
Sin
embargo, he de decir que hace un rato que dejé
esa etapa atrás, que ya no soy una adolescente
que hace de un problema un mundo y que estoy deseosa por vivir un nuevo
comienzo y nuevas aventuras. Entonces... ¿Por
qué todavía
me siento como una adolescente cuando tengo un problema? Fácil
respuesta: porque todavía quedan
restos en mi interior de esa adolescente soñadora
y tranquila y pacífica, que sólo
quiere que las cosas vayan bien, pero que cuando se enfada su reacción
tiende a ser drástica, siendo un claro ejemplo de
la etapa de los extremos.
De
alguna manera, me cuesta dejar esa etapa atrás
-aunque en teoría y según
la sociedad ya la haya dejado-, que he de decir no fue la mejor, pero sí
en la que aprendí más
cosas sobre la vida y en la que me he fortalecido y me he enriquecido más
como persona. Y ahora mismo, en esta fase de joven adulta que trata de cumplir
sus sueños, me vuelvo a sentir como cuando
era adolescente: llena de inseguridades, exagerando las cosas y con miedo a
perder a mis amigos, yendo de un extremo a otro en cuestión
de segundos, pero sin embargo, tratando de sopesar los pros y contras de mis
reacciones para que los daños
colaterales de las consecuencias sean los menores posibles... Aunque siendo
sincera, esta última función
no la estoy realizando yo misma, sino que más
bien se encarga una persona muy importante de hacerme ver lo que es inadecuado o si estoy equivocada o no.
Lo
que quiero decir es que aunque con el paso del tiempo ciertos problemas cobren
menos importancia, siguen siendo importantes, y que comerse la cabeza como
cuando eres adolescente igual no es la solución,
pero que tampoco es bueno dejarlos pasar, sino que hay que buscar una solución
que sea lo mejor posible y cuanto antes, siendo lo mejor una mezcla entre esa
adolescencia llena de vitalidad y esa sabiduría
característica de los que tienen más
años. Porque, al fin y al cabo, esta nueva fase está
llena de matices, de tantos matices como grises hay.
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