Esa semana había estado muy ajetreada. Todo lo que no estaba relacionado con su trabajo o sus estudios había pasado a segundo plano o lo había ignorado.
Llegó a su casa y vio una llamada en el teléfono, era de él. Le extrañaba que la hubiese llamado, así que decidió devolverle la llamada.
Sonó varias veces, pero no respondió nadie, finalmente salió el contestador: "Buenas, soy Paris, gracias por llamarme, pero lamento decirte que me acabo de mudar a Nueva York, si quieres contactar conmigo debes llamarme al sig..."
Colgó.
¿Nueva York? No se lo podía creer, ¿acaso se había marchado?, ¿cuando?, ¿como?
Se paró, se tranquilizó y recordó todo lo que había pasado esa semana: los últimos exámenes, los problemas en el trabajo, el pago del piso... y la extraña conversación con Paris el miércoles al salir del trabajo.
Entonces sus palabras tuvieron sentido: "Nina... ¿si yo me fuese de aquí para cumplir mi sueño...te vendrías conmigo?" Esa pregunta la había dejado perpleja, "Paris, ¿pero que dices? ¿Por qué te ibas a marchar?"
"Tú solo respóndeme. ¿Te vendrías conmigo? ¿Lo dejarías todo y vendrías?"
"Paris, yo..."
"Está bien, no pasa nada."
"Cumplir su sueño..." Esas palabras rondaban por su mente y no le permitían descansar.
Se levantó. Era madrugada. Solo las luces de las farolas iluminaban la calle.
Cogió la maleta, apagó las luces y cerró la puerta.
Encendió el motor del coche y puso rumbo al aeropuerto. Si tenía suerte aun podría encontrar algún billete y abandonar Roma en algún vuelo por la mañana. Claro, si tenía suerte.
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