Cerré los ojos. Las gotas de lluvia resbalaban por mi piel. Una bonita y agradable tormenta de verano que me refrescaba la mente. Pero aun así no era suficiente. Tan sólo quería que viniese por detrás y me abrazase, que me susurrara al oído. Pero no iba a ocurrir. Ya no podía ser.
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