Le encantaban las mañanas frías con el cielo despejado, de la misma manera que le encantaba el olor a café recién hecho o el sabor de un buen chocolate.
También le gustaba arroparse en su sofá al lado de la chimenea y un libro en la mano, o un cómic, o un álbum, o una vieja fotografía descolorida.
Le gustaba pasar las noches viendo películas, o series, o programas absurdos.
Le gustaban los disfraces y la ropa que transmitiese algo.
Le gustaba pasar tiempo con sus amigos y su familia, pero también le gustaba estar sola para encontrarse.
Le gustaba hablar, al igual que escuchar, pero también le gustaban los silencios.
Le gustaban las cosas transgresoras, pero también las más clásicas.
Le gustaba la coherencia, mientras que ella misma estaba llena de incoherencias.
Así era ella, como mucha otra gente, llena de incoherencias y contradicciones y, sin embargo, tratando de mostrarse lógica ante el mundo, porque así era la sociedad: un gran conjunto de contradicciones que buscaban la lógica ante todo. Una sociedad en la que todo es blanco o negro, mientras que no hay cabida para los grises. Una sociedad en la que no había sitio para los sentimientos y las emociones, por ser los responsables de volver a la gente ilógica.
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