lunes, 7 de octubre de 2013

#10



El ruido del tren partiendo. La música a todo volumen en el coche. Aquella vez en el teatro. Viena. Fotos. Visitas. La casa de Mozart. 1985. ¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas todo eso? Ya sé que pasaron 28 años desde todo aquello. 28 años desde nuestro viaje de fin de carrera, pero yo no lo he podido olvidar, no sé tú, pero yo simplemente no pude, no puedo, todavía sigo sin poder. ¿Recuerdas nuestra promesa de antaño?¿Esas miradas, esos silencios que lo decían todo?¿Recuerdas esas noches sin dormir, en las que nos prometimos el mundo? Espero que sí, que no sea yo la única que lo recuerde. Que no sea la única que pasa las noches en vela recordando días pasados, días de juventud, nuestros días. En esos momentos mi felicidad eras tú, tus caricias, tus besos, tus abrazos. Eras lo único que necesitaba para vivir. Pero te fuiste, te fuiste y no volviste, dejándome sola. Pasé muchas noches llorando, preguntándome el por qué, sin obtener ninguna respuesta. Luego llegó el otoño, y comencé a trabajar. Allí conocí a una persona que me puso en contacto contigo. Te llamé. Te llamé dos veces. La primera no respondió nadie, la segunda fue respondida, pero no por ti. No era tu voz la que sonaba, era una mujer. Una mujer con una bella voz. Entonces colgué, y empecé a imaginarme a esa mujer. ¿Sería tu novia? Era muy posible. ¿Y en ese caso, cómo sería? Por supuesto muy bella, quizá rubia, quizá morena, quizá pelirroja. Con unos bonitos ojos y una preciosa sonrisa. Unos hoyuelos se le formarían al sonreír. ¿Pecosa? Puede. ¿Elegante? Por supuesto. Eso era lo que yo me imaginaba después de aquella llamada. Entonces llegó el invierno, y con el, la nieve, el frío, la lluvia, las mañanas en el trabajo y las tardes en casa, con chocolate caliente y un buen libro, cómo te gustaba a ti. Cómo me gustaba a mí. Cómo nos gustaba a los dos. Y así día tras día, hasta que llegó la primavera. Con la primavera vinieron también los primeros días soleados, las flores, la visita de mi familia y las continuas preguntas sobre ti que estaban sin respuesta. Luego llegó el verano, pantalones cortos, playas, viajes... y aquel día. Volvía a estar en Viena. En el teatro. Representaban la Flauta Mágica de Mozart. En el descanso entre actos me dirigí al baño. Y allí estabas, de pie contra la pared. Entonces te giraste, en la puerta del baño había una mujer. Era pelirroja. De ojos azules. Pecosa. Unos hoyuelos se le formaron mientras sonreía.Tú también le correspondiste la sonrisa, y le cogiste la mano, tal y cómo me la habías cogido a mí un año antes. Entonces os fuisteis, ni siquiera miraste para atrás. Entonces fue cuando me di cuenta que tú ya habías rehecho tu vida, que yo ya sólo formaba parte de tu pasado, y volví a mi asiento. Me adentré en el mundo de la ópera y me olvidé de todo.


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