El timbre sonó. Todos los alumnos salieron rápidamente de clases. Comenzaban oficialmente las vacaciones.
Gracia fue la última en salir de su clase. Siempre se tomaba las cosas con calma, y esa no iba a ser la excepción.
Salió a la calle. El frío seco indicaba que pronto nevaría. Mientras tanto, aprovecharía los días para hacer las compras.
Estaba emocionada. Alex, su hermano, regresaría después de seis meses sin verlo, aunque solo fuese por unos días. Para él quería algo especial, algo que le recordase a ella cuando se volviese a Polonia.
Pasó por delante de una tienda. En el escaparate vio un pequeño cofre de madera. Lo compró, puso una foto de los dos en su interior y unos cuantos caramelos de café, sus favoritos. Puso también un frasquito con arena de la playa y unas entradas viejas de cine. Cerró el cofre y lo envolvió con un bonito lazo.
Ese sería el regalo de Alex.
lunes, 30 de diciembre de 2013
domingo, 29 de diciembre de 2013
Una de Algo.
Cap. 7.
El azul del cielo se reflejaba
perfectamente en el agua. Era un día soleado, sin ninguna nube en el cielo. Sin
embargo, el mar estaba movido. La tormenta de los días anteriores había dejado
vientos que hacían un buen momento para la navegación.
El barco se balanceaba,
provocando mareos en algunos de los pasajeros.
-
¿Qué tal los mareos?- preguntó un chico de ojos
azules como el océano y pelo rubio como el trigo.
-
¿En serio me preguntas eso? Creo que es obvio.-
La chica se giró hacia el tripulante. Probablemente fuese novato, pues no
aparentaba más de 16 años.
-
¿Nunca has viajado en barco?- preguntó el chico.
-
¿Acaso importa?- respondió la chica.
-
Bueno, importa. Cuánta más costumbre tengas,
menos mareos.- La chica lo miró fijamente. Sus ojos verdes y su pelo negro le
resultaron extrañamente familiares, desconcertando al chico.
-
Supongo que tienes razón.- La chica suspiró.-
¿Cuál es tu nombre?
-
Ulises. ¿El tuyo?- Esa chica había despertado
mucha curiosidad en él.
-
Zola.- Era la primera vez que decía ese nombre
en bastante tiempo, o no tanto, tan sólo hacía dos años que había comenzado a
esconderse, concretamente desde que la crisis había llegado a lo más profundo
del reino, a la familia real. Desde entonces, por oponerse a las nuevas normas,
su cabeza figuraba en todos los carteles, junto con las de sus amigos.
-
Zola… cómo el futuro rey.- El chico estaba un
poco sorprendido.
-
Sí bueno… de dónde yo vengo también es un nombre
femenino.
-
¿Y de dónde vienes?- Ulises quería indagar más
sobre esa misteriosa chica llamada Zola.
-
¿Acaso importa?- Zola trató de esquivar su
pregunta. No le gustaba hablar sobre su pasado.
-
No te pongas así, mujer. Es sólo curiosidad.-
Ulises procuró emplear un tono desenfadado, pues no la quería molestar.
-
Está bien… Vengo del Sur.
-
Mentira.- dijo Ulises, pues no se lo creía. Ojos
verdes y tez blanca eran rasgos propios del Norte.
-
Es verdad.- Contradijo Zola.
-
¿En serio? Pues tus rasgos parecen indicar todo
lo contrario.
-
¿En serio? No me había dado cuenta. Para nada.-
El sarcasmo en la voz de Zola era palpable.
-
Vale, está bien, ya te dejo.- Ulises se marchó y
Zola suspiró. Por fin se había librado de él y de sus preguntas. Un poco más y
la misión hubiese fracasado.
Zola volvió a sus pensamientos.
Al siguiente paso que daría, ponerse en contacto con Dimitri y Mars. Mars… esperaba que le fuese bien en la misión.
Desde que se separaron, poco antes de llegar a Raden, no había vuelto a saber
nada de él, y eso le preocupaba. Conocía a Mars mejor que nadie, y sabía
perfectamente que podría meterse en cualquier lío, que no era tan paciente como
Dimitri. Dimitri… hacía tiempo que no se acordaba de él, pero esperaba que
pudiesen reencontrarse a tiempo. La información que había recabado en estos dos
últimos años había resultado muy interesante… y sobre todo sería de mucha ayuda
para desenmascarar al rey.
-
¡Zolaaa!- el grito le dio un sobresalto,
sacándola de sus pensamientos. Alguien la cogió por detrás y se la llevó de
dónde estaba.
-
¡Suéltame! ¡¿Qué haces?! ¡Ulises, estás loco!-
Zola no entendía nada.
-
Sólo mira, y calla.- Zola le hizo caso y miró a
su alrededor. Unos hombres misteriosos estaban en el barco. No eran tripulantes,
de eso estaba segura.
-
¿Quiénes son?- Preguntó Zola, más con curiosidad
que con miedo.
-
Míralos… Mira sus hombros. Están marcados, ¿no?-
dijo Ulises, dirigiendo su vista hacia ellos.
-
Piratas…- Ulises asintió.- ¡Genial! Así podré
poner en marcha mis nuevos experimentos.- Zola estaba emocionada. Quizá
demasiado.
-
¿QUÉ? ¿Asaltan el barco y lo único que te
preocupan son tus experimentos?- Ulises estaba desconcertado. No entendía nada.
-
Exacto. Porque sé que esta vez funcionarán- Los
ojos de Zola estaban iluminados de la emoción.- ¡Eh, vosotros! ¡Cerdos
asquerosos! ¡Venid aquí si os atrevéis!- Los piratas dirigieron la vista hacia
Zola. Una chica joven y aparentemente indefensa resultaba algo irrechazable.
Pero Zola no les iba a dar el gusto.
Sacó algo de los bolsillos. Era
una varita de mago. A continuación tomó su colgante de plata. Su energía fue
canalizada a través de la varita hacia el colgante, provocando una explosión de
luz que dejaría a cualquiera ciego… A cualquiera menos a Zola y Ulises. Los
piratas estaban desorientados sin saber qué hacer. Muchos se cayeron al agua y
el resto pidió misericordia. En cuanto a la tripulación… ya sólo quedaban ellos
dos.
-
Es momento de irnos.- Zola guardó su varita y recolocó el colgante.-
Ulises, tomaré el timón del barco. Tú iza las velas, el viento ha cambiado de
dirección.
-
¿Cómo has hecho eso?- Ulises estaba confuso.
Sabía de la existencia de la magia, pero eso no había sido exactamente magia.
-
Haz lo que te digo si quieres seguir con vida.-
La voz de Zola sonó amenazadora. Amenazadora y con un deje de mando.
miércoles, 18 de diciembre de 2013
Una de Algo.
Cap. 6.
Unos ruidos de pasos se
escucharon por el oscuro y húmedo pasillo, junto con el tintineo de unas llaves.
Un hombre se acercó a una de las celdas.
-
El rey quiere verte.- dijo el guardia.
-
Él no es el rey.- le respondió el chico que se
encontraba en la celda. El guardia se encrespó y pegó al chico en la cara.
-
Serás insolente.
-
Sólo dije la verdad, ese individuo que está
ocupando el trono no es el rey.- El guardia agarró al chico del cuello de la
camisa (o lo que quedaba) y lo lanzó contra la pared.
-
Tan sólo camina, chico.- Por primera vez desde
que estaba ahí, el chico decidió hacer caso al guardia.
Fueron todo el camino en
silencio. Tan sólo se escuchaban las llaves tintineantes y los lamentos de los
otros encarcelados. Muchos de ellos serían ajusticiados en poco tiempo.
Llegaron a unas escaleras y atravesaron la puerta, saliendo a los establos del
castillo. El chico tuvo que cerrar los ojos, hacía demasiado tiempo que no veía
la luz del Sol. Atravesaron la puerta que había en los establos para salir a la
cocina. Desde allí subieron unas escaleras que daban a un pasillo con una gran
puerta. El chico lo reconoció en seguida, estaban ante la sala del trono. Los
dos custodios de la puerta miraron al chico, luego al guardia y justo después
hicieron sonar sus bastones, anunciando su presencia. La puerta se abrió y el
guardia guió al chico ante el trono. El chico lanzó una mirada de asco al
hombre que descansaba sobre el trono, y luego escupió al suelo. El guardia
levantó el brazo para pegarle.
-
¡Detente!- El hombre del trono gritó.
-
Sí, su majestad.- respondió el guardia.
-
Márchate, Marcus, quiero estar a solas con el
muchacho.- el rey sonrió y el guardia hizo lo que le mandaron.- Y tú, muchacho,
haber si empiezas a tener más respeto por los que mandan.
-
Tú no mandas.- dijo el chico.
-
¿Qué no mando? ¿Qué te hace pensar eso? Mira
todo a tu alrededor, todos hacen lo que yo digo.- dijo el rey.
-
Sí, es cierto, hacen todo lo que les dices
porque tienen miedo, pero nada más. Es posible que algunos te sean fieles de
verdad, sigan tu causa, si es que se le puede llamar así, pero el resto están
asustados. En cuanto pierdas todo tu poder, en cuanto la situación cambie, ya
nadie te hará caso, porque tú no mandas, sólo asustas. No eres un rey, eres un
tirano.- el chico apretaba los puños, impotente, el verdor de sus ojos refulgía
como si de una esmeralda se tratase.
-
Buen discurso, muchacho, pero nada cambiará.-
dijo el rey.
-
Yo no estoy tan seguro.- respondió el chico.
-
Además… ¿cómo que no soy un verdadero rey? Tengo
el manto, el cetro, la corona, estoy en el trono, vivo en este castillo… ¿y aun
así para ti no soy un rey?
-
No lo eres. Un rey tiene que ser un líder. Tiene
que guiar al pueblo cuando cunda el pánico, cuando haya crisis… un rey tiene
que ser justo, tiene que llevar la prosperidad a su pueblo… y tú no lo has
hecho. Sólo has traído ruina, destrucción, pobreza…- las lágrimas se asomaban a
los ojos del chico, que hacía todo lo posible por retenerlas. Ahora no podía
llorar, no en ese momento. Tenía que mostrarse fuerte, frío, impasible y
temerario, sobre todo temerario, pues el rey los odiaba. Sin embargo en
realidad se sentía roto por dentro. Todo su mundo había desaparecido.
-
En fin… no son esos temas los que vinimos a
tratar, muchacho, sino otros más importantes. Dime, ¿dónde están? ¿Dónde están
tus amigos?- el rey preguntó, deseoso de obtener la respuesta que él quería
oír.
-
¿Acaso piensas que te lo voy a decir? Eres un iluso.
Toda tu maldita vida lo has sido, un iluso y un traidor, ¡maldito bastardo!- el
rey se levantó del trono y se acercó al chico, caminando sigilosamente y con
actitud muy amenazadora. Si algo había que no soportaba, era que lo llamasen
maldito bastardo.
-
Bien Mars, por última vez, ¿dónde están Zola y
Dimitri?- el rey susurró en su oído, echándole todo el aliento y provocando un
escalofrío en Mars.
-
Antes muerto, Imre.- El rey sonrió y desenvainó
su espada.
-
Como tú digas, mi querido Mars.- El rey intentó
clavarle la espada en el pecho, pero fue demasiado tarde, el escudo protector
de Mars se había activado, rechazando el golpe del rey, que ahora yacía en el
suelo, inconsciente.
-
Ni siquiera te mereces llevar ese nombre.- Mars
miró una vez más al rey y le escupió en la cara.0
Levantó uno de los tapices que
adornaban de la pared, un puerta se encontraba detrás. El pasadizo secreto que
buscaba. Desapareció lo más rápido que pudo de la sala del trono. No tardarían
en darse cuenta de que algo extraño pasase.
El pasadizo estaba oscuro, pero
no era problema para él, pues pertenecía a la Tribu de la Noche, era un mago de
la Noche. Finalmente salió a los jardines. Si se camuflaba bien podría pasar
desapercibido y huir del castillo.
lunes, 16 de diciembre de 2013
Una de Algo
Cap. 5
Se sujetó bien la capa, reanudó
la cinta de la que colgaba el saquito, cerró bien el macuto y desenvainó la
espada. Era mejor prevenir ahora que lamentar el resto del camino. Según sus
cálculos, tardaría una hora en atravesar el bosque, eso si iba a buen paso y no
se perdía.
Comenzó a adentrarse en el
bosque. Estaba extrañamente silencioso, aunque podría deberse a las tormentas
de los últimos días y las frías temperaturas. Las tormentas… se le habían
olvidado por completo. Si comenzaba una no tendría donde refugiarse y además
podría iniciarse un incendio.
Volvió a amarrar el saquito del
cuello, pidiendo de nuevo protección.
Continuó adentrándose, con paso
silencioso y decidido. La espesura del
bosque lo cubría todo, hasta el punto de no haber casi luz. Sus sentidos
estaban alerta, preparado por si algún depredador le salía al paso. Fue poco a
poco, pero decidido. Cada vez era más oscuro. Se paró un momento a escuchar, de
fondo se oía un ruido que tenía pinta de ser atronador. Un ruido que alguien
del Valle reconocería a la primera… Dimitri sonrió, ya estaba cerca. Sólo tenía
que guiarse por su oído y no tardaría en llegar. Y así fue. Media hora después
Dimitir estaba junto al río, que por esa zona iba con bastante fuerza.
Miró a su alrededor y aguzó su
oído, no parecía haber nadie… Se equivocó, dos guardias salieron a su paso.
Eran de la Guardia Real.
-
Alto el paso.- dijo uno de ellos.- ¿Se puede
saber qué hace aquí?
-
¿Acaso no lo ve? Me voy a dar un baño.- contestó
Dimitri. Estaba claro que no les diría que iba a cruzar.
-
¿Un baño?
¿No hace demasiado frío para bañarse en el río? Estamos en invierno.- el
guardia frunció el ceño.
-
Ya ve usted. A algunos nos gusta bañarnos en
esta época.- Dimitri prosiguió con su mentira.
-
¿Cuál es tu nombre?- El otro guardia tomó la
palabra.
-
Teseo señor.- Tuvo que pensar rápido. Si decía
el suyo era probable que comenzasen a tirar del hilo, y eso no podía ser.
-
Teseo… ¿Es de la costa?´- el guardia continuó
con su interrogatorio.
-
Sí. ¿Algún problema señor?
-
Sus rasgos me dicen que procede usted del
interior, del Valle concretamente.- el segundo guardia no se creía del todo a
Dimitri.
-
Eso es porque mi madre era de la costa. Mi padre
en cambio procedía del interior. Era mercader.- Mentira. Todo lo que Dimitri
había dicho era mentira. No conocía a sus padres. Desde que podía recordar
siempre había estado con Clío, una aprendiz de Kunoichi mayor que él y que
básicamente había sido como su madre.
Uno de los guardias se fijó en su
macuto.
-
Está usted muy equipado para darse un baño.- el
guardia desconfió aun más de él.
-
Ah… esto. Es mi bolsa de viaje.- el cerebro de
Dimitri iba a toda velocidad. Si no contaba una historia coherente lo cazarían
en seguida.
-
¿Bolsa de viaje? ¿No se iba a dar un baño?
-
Sí, por supuesto. De hecho me iba a desvestir
cuando me encontraron. Verá señor, la razón de esta bolsa es que vengo de ver a
unos parientes. Por eso la llevo, porque estuve tres días con ellos.
-
¿Y se puede saber de donde son sus parientes?-
el guardia seguía sin creérselo.
-
De Raden, señor.- Fue lo primero que se le pasó
por la cabeza, aunque no era del todo mentira, venía de allí.
-
¿Raden?- el guardia escupió al pronunciar ese
nombre.- Esos traidores deberían estar en las mazmorras del castillo y no allí.-
Ese comentario encrespó a Dimitri. Si había algún traidor eran ellos dos, no el
pueblo de Raden. Eran ellos los que habían traicionado a Zola, no los
habitantes de Raden, que habían protegido y ayudado a Mars. Se hizo un silencio,
que Dimitri aprovechó para quitarse a los guardias de encima.
-
Si me disculpan, señores, me gustaría poder
tomar mi baño.- Los guardias lo volvieron a mirar y finalmente se marcharon.
Dimitri esperó un rato en la orilla para asegurarse de que los guardias se
habían marchado. Tras revisar la zona una vez más, se dispuso a cruzar.
Se quitó sus viejas botas y los
calcetines de lana. También se quitó la capa, que junto con los calcetines
guardó (o lo intentó) en el macuto. Amarró fuertemente el macuto, cruzando las
cintas por su tronco. La espada la amarró como el macuto, por lo que ambos
objetos iban en su espalda. Finalmente sus botas… también iban en el macuto.
Por último se remangó los pantalones y se metió al agua.
El río iba con fuerza, pero
afortunadamente no cubría demasiado, por lo que no se vio arrastrado. El agua
llegaba a sus rodillas. Casi tropezó con una piedra que había en el fondo, pero
aparte de eso no tuvo ningún incidente en el trayecto. Finalmente llegó a la
otra orilla
Una de Algo.
Cap. 4
Una vez fuera del pueblo consultó
su mapa. El siguiente pueblo era Meld. Demasiada vigilancia. Podía hacer dos cosas, desviarse a la
izquierda hasta llegar al río Dem y luego seguir su curso hasta llegar a Fente,
o desviarse a la derecha hasta llegar al río Blum y seguir su curso hasta la
ciudad costera de Velia.
Si iba a Fente lo reconocerían
como un habitante del Valle. Si iba a Velia nadie lo reconocería, pero tenía el
doble de camino, y por lo tanto le llevaría el doble de tiempo, al menos si
seguía a pie.
En ese momento se arrepintió de
dormir durante las lecciones de magia, si no lo hubiese hecho ahora ya sería un
mago azul y podría abrir puertas interdimensionales, pero se había dormido.
Guardó su mapa y decidió
arriesgarse, iría a Fente.
Emprendió el camino hacia el río
Dem. Un río lleno de grandes reuerdos. Allí había pasado toda su vida,
preparándose para ser el mejor, entrenándose con Mars. Mars… hacía tiempo que
no sabía nada de él. Su última carta era de hacía dos años, cuando todavía
estaba en Raden…
Se sacudió la cabeza, si seguía
pensando en eso su misión fracasaría, y eso no podía ser, es más, fracasar no
se contemplaba.
Lo malo de dirigirse al río Dem
eran los caminos. Sólo había uno, el Camino Real, que unía Raden con Meld y
Meld con la otra orilla, por lo que si quería llegar sin ser visto tendría que
internarse en el Bosque de las Mil Bestias y llegar a una zona más baja del
río. Eso conllevaba perderse en la espesura del bosque… a no ser que fueses del
Valle y te criases entre árboles, ríos y prados, entonces cruzar el Bosque no
suponía ningún problema.
Se llevó la mano a su saquito e
invocó al Gran Espíritu del Bosque, pidiéndole protección, porque aunque él
fuese del Valle, en el fondo le seguía intimidando un bosque en pleno invierno.
Una de Algo.
Cap. 3
Aprovechó la distracción de Eli
para marcharse. La despedida se había alargado demasiado, y eso no le gustaba.
Emprendió el camino hacia el
interior del pueblo. Buscaba un lugar en el que comprar provisiones, pero
estaba claro que en Raden no habría ninguno.
A su paso se encontró con un
árbol. Un roble centenario, similar a los del Valle. Se encaramó a el y trepó
hasta las ramas más altas y fuertes. Desde allí pudo observar todo el pueblo.
Los suelos pavimentados, antaño tan limpios y lustrosos, ahora estaban
cubiertos por el barro. Las casas, antaño tan cuidadas, ahora se caían a
pedazos. La Zona Alta, antaño tan lujosa y la envidia de todos los nobles del
reino, ahora estaba abandonada…
Sin duda los acontecimientos
sucedidos hasta ahora habían acabado por completo con la próspera población de
Raden… y todo por ayudar a Mars.
Volvió a echar un vistazo. En la
Zona Alta ya solo quedaban ecos de antaño….
Se bajó del roble y siguió su
camino. Tras veinte minutos a pie comenzó a avistar la salida del pueblo.
sábado, 14 de diciembre de 2013
Una de Algo.
Cap. 2
Se despertó al amanecer. Cogió
sus cosas y bajó a la taberna. La mujer estaba limpiando, pero se giró al notar
su presencia.
-
Me marcho ya, ¿cuánto debo?- La mujer sonrió de
forma comprensiva.
-
No es nada, hace tiempo que no cobramos a
nadie.- Dimitri comprendió, sino había comercio no había dinero, por lo que
debían de vivir con un sistema de trueque y solidaridad, lo más justo para una
época como aquella.
-
Aun así te tomaste la molestia de hacerme la
crema y prepararme la buhardilla.- Dimitri intentó convencerla. No le gustaba
que le diesen algo sin dar él nada a cambio.
-
Lo siento, pero hace tiempo que no aceptamos
dinero, ¿para qué lo querríamos? La Zona Alta está abandonada y la Zona Baja es
pobre. ¿De qué serviría el dinero?- las razones que ella exponía eran lógicas,
pero aun así tenía que agradecerlo con algo. Rebuscó en su macuto, en los
bolsillos de su capa y en el saquito que colgaba de su cuello hasta que
encontró algo.
-
Toma, no es ninguna moneda. Es un talismán para
la suerte, pero puedes acudir a él siempre que quieras.- Dimitri se lo dio.
Ella lo observaba detenidamente. El talismán era en realidad una esfera
metálica, hueca por dentro. Consistía en unas tiras metálicas y planas que
estaban entrecruzadas y dobladas de forma que formasen una esfera. En una de
las tiras había unas runas grabadas.
-
¿Qué pone en las runas?- Eli estaba maravillada
y a la vez muerta por la curiosidad.
-
Nadie lo sabe.- respondió Dimitri.- Es el
lenguaje de los antiguos moradores del Valle, pero nadie lo recuerda ya. Se
perdió hace mucho.
-
Es… increíble…- Eli levantó la vista para darle
las gracias a Dimitri, pero él ya no estaba. Se había marchado.
Una de algo.
Cap. 1
Raden era uno de los pocos
pueblos que no estaba amurallado. La zona baja era tan pobre que no había nada
que robar, y la alta… bueno, la alta había sido abandonada meses atrás. Buscó
un lugar en el que pasar la noche. “El Dragón verde” resultó el elegido. Era
una taberna de mala muerte. La gente estaba desaliñada y sucia, con harapos,
pero no importaba. Sólo necesitaba un lugar en el que pasar la noche.
La gente le miró nada más entrar.
Poco había que lo separase socialmente de ellos, tan solo su espada y su macuto
de viaje.
-
Busco un lugar en el que pasar la noche.- Lo
dijo sin rodeos. Sabía que a esas personas les gustaba hablar claro.
-
Solo tenemos la buhardilla.- El tabernero lo
miró con desconfianza. Parecía un niño de bien, aunque vistiese como ellos.
-
Me vale.- respondió Dimitri.
El tabernero se asomó a una
ventana y habló con alguien.
-
Tienes que esperar un poco. Eli lo tiene que
preparar.- Dimitri asintió con la cabeza y se sentó en un banco.- ¿Quieres
algo?- volvió a hablar el tabernero.
-
Me vale cualquier cosa que esté caliente.- el
tabernero asintió y se metió en el cubículo tras el mostrador. Regresó con un
cuenco humeante.
-
Ahí tienes.- Dimitri dio las gracias y se
dispuso a comer.
Era una especie de crema, con
varias cosas mezcladas, pero no supo distinguir ningún sabor. Era como la que
les daban las madres a los bebés en el Valle. O por lo menos eso le pareció.
Una mujer se acercó al tabernero
a decirle algo.
-
Ya tienes la buhardilla. Puedes subir cuando
quieras.- Dimitri asintió, acabó la crema y subió.
La buhardilla constaba de un
estrecho catre, un viejo arcón de a saber cuándo y una alfombra medio roída. El
lado positivo era la ventana del techo, que le permitía observar el cielo.
Poco a poco fue cerrando los
ojos, hasta quedarse dormido.
Una de algo.
Prólogo.
Dimitri permanecía quieto, con la
mirada perdida. En el suelo había un cuerpo, era de una mujer. En su mano asía
una espada, todavía ensangrentada. Era la primera vez que mataba a alguien.
Entrenado para la lucha desde niño, para matar si era necesario. Había
aprendido todas las lecciones a la perfección, pero nunca le habían explicado
lo que se sentía después de matar. Nunca le habían dicho que tendría que matar.
Un gran estruendo se escuchó. Una
luz blanca se vio en el cielo. Era una nueva tormenta. Decidió coger sus cosas
y marcharse, pero no quería dejar el cadáver ahí. Tomó su varita y formuló un
hechizo. Un agujero se formó en el suelo. Todavía no era un mago experimentado,
es más, pertenecía al segundo nivel de
magos blancos. Empleó toda la fuerza de la que fue capaz para mover el cuerpo
hasta el agujero. Luego echó toda la tierra encima.
La tormenta todavía seguía. Tenía
pinta de no parar en toda la noche.
Cogió sus fardos y se marchó en
dirección a Raden, el pueblo más cercano.
martes, 3 de diciembre de 2013
#16
Hasta ese momento nunca había entendido por qué la gente relacionaba la música con sus sentimientos cuando la escuchaba.
Yo simplemente la escuchaba por gusto, a todas horas, sí, pero por gusto. Entrabas en mi cuarto y lo único que veías eran vinilos, CD's, cassettes... todo acompañado por radios, walkman, discman,, un tocadiscos, un pick-up e incluso un gramófono que había encontrado por ahí... Sí, ese era mi cuarto, y por lo tanto una representación gráfica de lo que yo era (bueno, tampoco es que haya cambiado mucho desde entonces, de hecho mi cuarto sigue siendo así, quizá un poco más atestado).
Pero entonces llegaste tú, entraste en mi vida y te conocí. Me mostraste que la música no solo era un entretenimiento, que podía expresar mucho más, y yo eso ya lo sabía... solo que de otra manera. La verdad es que nunca me había parado a pensar en las letras de las canciones, en los sentimientos que reflejaban al ser interpretadas... Yo solo las escuchaba porque me gustaban, me gustaba su letra, la música que tenían, me gustaba el artista que las interpretaba, pero nunca las relacioné con mis sentimientos, al menos no de forma consciente.
Sin embargo, todo eso cambió de un plumazo, cambió cuando te conocí. A partir de ese momento todas las canciones comenzaron a tener sentido. Ya no solo las escuchaba porque sí. Ahora las escuchaba porque me identificaba con ellas. Lo que sentía lo identificaba con la letra...
Diario de un rincón de mí.
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