miércoles, 18 de diciembre de 2013

Una de Algo.

Cap. 6.
Unos ruidos de pasos se escucharon por el oscuro y húmedo pasillo, junto con el tintineo de unas llaves. Un hombre se acercó a una de las celdas.
-          El rey quiere verte.- dijo el guardia.
-          Él no es el rey.- le respondió el chico que se encontraba en la celda. El guardia se encrespó y pegó al chico en la cara.
-          Serás insolente.
-          Sólo dije la verdad, ese individuo que está ocupando el trono no es el rey.- El guardia agarró al chico del cuello de la camisa (o lo que quedaba) y lo lanzó contra la pared.
-          Tan sólo camina, chico.- Por primera vez desde que estaba ahí, el chico decidió hacer caso al guardia.
Fueron todo el camino en silencio. Tan sólo se escuchaban las llaves tintineantes y los lamentos de los otros encarcelados. Muchos de ellos serían ajusticiados en poco tiempo. Llegaron a unas escaleras y atravesaron la puerta, saliendo a los establos del castillo. El chico tuvo que cerrar los ojos, hacía demasiado tiempo que no veía la luz del Sol. Atravesaron la puerta que había en los establos para salir a la cocina. Desde allí subieron unas escaleras que daban a un pasillo con una gran puerta. El chico lo reconoció en seguida, estaban ante la sala del trono. Los dos custodios de la puerta miraron al chico, luego al guardia y justo después hicieron sonar sus bastones, anunciando su presencia. La puerta se abrió y el guardia guió al chico ante el trono. El chico lanzó una mirada de asco al hombre que descansaba sobre el trono, y luego escupió al suelo. El guardia levantó el brazo para pegarle.
-          ¡Detente!- El hombre del trono gritó.
-          Sí, su majestad.- respondió el guardia.
-          Márchate, Marcus, quiero estar a solas con el muchacho.- el rey sonrió y el guardia hizo lo que le mandaron.- Y tú, muchacho, haber si empiezas a tener más respeto por los que mandan.
-          Tú no mandas.- dijo el chico.
-          ¿Qué no mando? ¿Qué te hace pensar eso? Mira todo a tu alrededor, todos hacen lo que yo digo.- dijo el rey.
-          Sí, es cierto, hacen todo lo que les dices porque tienen miedo, pero nada más. Es posible que algunos te sean fieles de verdad, sigan tu causa, si es que se le puede llamar así, pero el resto están asustados. En cuanto pierdas todo tu poder, en cuanto la situación cambie, ya nadie te hará caso, porque tú no mandas, sólo asustas. No eres un rey, eres un tirano.- el chico apretaba los puños, impotente, el verdor de sus ojos refulgía como si de una esmeralda se tratase.
-          Buen discurso, muchacho, pero nada cambiará.- dijo el rey.
-          Yo no estoy tan seguro.- respondió el chico.
-          Además… ¿cómo que no soy un verdadero rey? Tengo el manto, el cetro, la corona, estoy en el trono, vivo en este castillo… ¿y aun así para ti no soy un rey?
-          No lo eres. Un rey tiene que ser un líder. Tiene que guiar al pueblo cuando cunda el pánico, cuando haya crisis… un rey tiene que ser justo, tiene que llevar la prosperidad a su pueblo… y tú no lo has hecho. Sólo has traído ruina, destrucción, pobreza…- las lágrimas se asomaban a los ojos del chico, que hacía todo lo posible por retenerlas. Ahora no podía llorar, no en ese momento. Tenía que mostrarse fuerte, frío, impasible y temerario, sobre todo temerario, pues el rey los odiaba. Sin embargo en realidad se sentía roto por dentro. Todo su mundo había desaparecido.
-          En fin… no son esos temas los que vinimos a tratar, muchacho, sino otros más importantes. Dime, ¿dónde están? ¿Dónde están tus amigos?- el rey preguntó, deseoso de obtener la respuesta que él quería oír.
-          ¿Acaso piensas que te lo voy a decir? Eres un iluso. Toda tu maldita vida lo has sido, un iluso y un traidor, ¡maldito bastardo!- el rey se levantó del trono y se acercó al chico, caminando sigilosamente y con actitud muy amenazadora. Si algo había que no soportaba, era que lo llamasen maldito bastardo.
-          Bien Mars, por última vez, ¿dónde están Zola y Dimitri?- el rey susurró en su oído, echándole todo el aliento y provocando un escalofrío en Mars.
-          Antes muerto, Imre.- El rey sonrió y desenvainó su espada.
-          Como tú digas, mi querido Mars.- El rey intentó clavarle la espada en el pecho, pero fue demasiado tarde, el escudo protector de Mars se había activado, rechazando el golpe del rey, que ahora yacía en el suelo, inconsciente.
-          Ni siquiera te mereces llevar ese nombre.- Mars miró una vez más al rey y le escupió en la cara.0
Levantó uno de los tapices que adornaban de la pared, un puerta se encontraba detrás. El pasadizo secreto que buscaba. Desapareció lo más rápido que pudo de la sala del trono. No tardarían en darse cuenta de que algo extraño pasase.

El pasadizo estaba oscuro, pero no era problema para él, pues pertenecía a la Tribu de la Noche, era un mago de la Noche. Finalmente salió a los jardines. Si se camuflaba bien podría pasar desapercibido y huir del castillo. 

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