martes, 30 de diciembre de 2014

#24

Le encantaban las mañanas frías con el cielo despejado, de la misma manera que le encantaba el olor a café recién hecho o el sabor de un buen chocolate.
También le gustaba arroparse en su sofá al lado de la chimenea y un libro en la mano, o un cómic, o un álbum, o una vieja fotografía descolorida.
Le gustaba pasar las noches viendo películas, o series, o programas absurdos.
Le gustaban los disfraces y la ropa que transmitiese algo.
Le gustaba pasar tiempo con sus amigos y su familia, pero también le gustaba estar sola para encontrarse.
Le gustaba hablar, al igual que escuchar, pero también le gustaban los silencios.
Le gustaban las cosas transgresoras, pero también las más clásicas.
Le gustaba la coherencia, mientras que ella misma estaba llena de incoherencias.
Así era ella, como mucha otra gente, llena de incoherencias y contradicciones y, sin embargo, tratando de mostrarse lógica ante el mundo, porque así era la sociedad: un gran conjunto de contradicciones que buscaban la lógica ante todo. Una sociedad en la que todo es blanco o negro, mientras que no hay cabida para los grises. Una sociedad en la que no había sitio para los sentimientos y las emociones, por ser los responsables de volver a la gente ilógica. 

sábado, 29 de noviembre de 2014

#23

La timidez de él,
La inocencia de ella.
Los miedos de él,
la espontaneidad de ella.
Una pregunta,
y una sonrisa como respuesta.
Dos labios chocando,
Y sus manos acariciándose.
Un amor,
por fin sellado.

viernes, 31 de octubre de 2014

Las aventuras de Max "Estocada Mortal"

Aventura #2

La espesa niebla que esa noche inundaba el ambiente impedía ver la Luna. Las luces de los faroles eran insuficientes, por lo que la tripulación tenía que estar atenta al mar.
Esa noche ni si quiera el capitán, que estaba acompañado por el contramaestre, dormiría.
-          Mañana parte de Río de la Plata un galeón con un cargamento de oro y plata hacia España.- el contramaestre estaba observando las cartas de navegación.- Si nos aproximamos un poco más sería una buena oportunidad.
-          O nos supondría la muerte. Con esta niebla es mejor permanecer aquí.- el capitán del barco, un joven experto en el uso de la espada y en la estrategia y bien parecido, afirmó.- Además, lo más seguro es que lo acompañen barcos de refuerzo. Los ataques a galeones españoles no han hecho más que incrementarse en los últimos tiempos y nuestras cabezas figuran en todos los carteles.- el contramaestre suspiró, aún sin comprender cómo es que había acabado al servicio de ese joven y no con un barco propio.
-          Empiezo a pensar, mi joven Max, que tomas demasiadas precauciones pese a no ser más que un pirata.
-          Hasta el pirata más rufián, contramaestre, sabe que la vida está por encima de un tesoro.- el contramaestre observó al capitán que, pese a su juventud, había logrado hacerse con el dominio de los Siete Mares y ser el más temido por todos, sin embargo, nunca había matado a nadie por ambición.
-          Dime Max, ¿por qué te hiciste a la piratería?- el capitán miró con sorpresa al contramaestre, sin embargo, pronto suavizó su mirada.
-          Fue una promesa.- esas palabras confundieron al contramaestre.- Hace tres años alguien muy importante para mí me hizo prometerle, en su lecho de muerte, que siempre sería libre.- una sonrisa melancólica y de añoranza se dibujó en el rostro del capitán.
-          ¿Una mujer?- el silencio que se hizo fue suficiente para afirmar la pregunta.- Amoríos de juventud. ¿Qué le ocurrió?
-          Ella enfermó. No había cura para salvarla. Fue nuestra última promesa. América primero, luego el mar. La libertad lo era todo para nosotros. Pensamos en marcharnos juntos, lejos de todo, ser libres… pero ella cayó enferma y todos esos sueños fueron desapareciendo, menos el deseo de ser libres. Por eso me hice al mar.
-          No lo entiendo muchacho, ¿unirte a la escoria de la sociedad, que paguen una fortuna por tu cabeza, sólo por una mujer y un anhelo?- el capitán observó al contramaestre, la verdad que dicho así sonaba absurdo, pero él tenía sus principios y nunca los traicionaría.
-          La persona con más de libertad del mundo es el amo de los Siete Mares. Yo no quiero oro, no más que el necesario para mantenerme a mí y a la tripulación. Sólo quiero ser libre.

La niebla comenzó a disiparse, dejando a la vista un bonito amanecer. Un nuevo día y, con ello, nuevas aventuras. 

martes, 16 de septiembre de 2014

Sentimientos a flor de piel.

Parece que fue ayer cuando todo sucedió. Me encontraba tranquilo, conduciendo y escuchando a esos clásicos pasados de moda pero que revivo continuamente. El cansancio de los días previos hacía mella en mí y la luz brillaba por su ausencia en la carretera. Había noche cerrada, de esas que los lobos solitarios aprovechamos para hacer escapadas, encender un cigarrillo o simplemente relajarnos.

Decían que había que tener los 5 sentidos al volante. 5 sentidos, que se convirtieron en 4 con el cerrar de mis ojos como si de una persiana se tratara. En un visto y no visto, abrí de nuevo esos elementos visuales y allí estaba ella. Una mujer vestida de blanco a lo lejos, pero cerca a la vez. Próxima a la carretera. Embobado la miré un rato anonado por el perfil de sus labios. Labios similares a la arena, color crema.

Pronto entendí lo que pasaba: me estaba haciendo señas para que retomara la conducción pues me encontraba en sentido contrario y estaba a punto de estrellarme con otro bólido frontalmente. Por suerte, esquivé la colisión y ambos salimos ilesos.
Solo pensaba en una cosa, en ella. Salí del coche y corrí más allá de la carretera, más allá de lo que ha corrido un hombre nunca. Traté de encontrarla pero no lo logré. Fue la primera vez que creía en la “primera vez”. Una adicción que me impulsaba a seguir adelante.

El destello de su melena rubia fue lo último que pude ver a lo lejos desvaneciéndose como una sombra. La más bella sombra jamás vista.  

No tengo razones para tocarla porque es la única que me mantiene vivo con solo una mirada grabada en mi mente. Hay muchas cosas que aún no he hecho y hay muchas cosas que no sé, pero estoy convencido de que soy tuyo.


Nunca olvidaré el día en el que te conocí.

Por Diego, proyecto de historiador del arte en Compostela.

lunes, 7 de julio de 2014

Una de Algo.

Cap. 13

La Laguna era una ciudad animada y grande, situada a orillas de la Gran Laguna y caracterizada por sus casas de colores y sus palafitos, y era también donde se encontraban los mejores ebanistas de todo el reino, aunque tenía su propio gobierno y jurisdicción, pues era más que nada una ciudad-estado que había conseguido mantenerse tras la unificación de los diferentes reinos y ciudades.
Mars recorrió toda la ciudad en busca de alojamiento, pero sin dinero ni identificación era difícil, por lo que decidió pararse y comer algo de lo que había recogido en el bosque.
 Abrió su macuto en busca de las bayas y la fruta. Suspiró. Echaba de menos la carne. En dos años no la había probado, entre otras cosas porque la carne que iba en su ración de comida diaria en las mazmorras probablemente llevase algún tipo de droga, para hacerle confesar, al fin y al cabo como buen miembro de la Tribu de la Noche, la carne era lo principal en su dieta. Volvió a suspirar. Esta vez sacó el odre con agua, afortunadamente lo había podido robar de una alacena en su huida y rellenarlo durante su travesía por el Gran Bosque.
Algo le golpeó mientras bebía del odre. El objeto en cuestión era una espada de madera pequeña, como de juguete. La recogió y sonrió, recordando su infancia, recordando cómo mientras que Zola y Dimitri peleaban con espadas similares a esa, él usaba su varita de mago y se inventaba hechizos para separarlos, pues aunque sabía que eran buenos amigos, la rivalidad que ellos dos mantenían podría dividirlos, y eso no sería nada bueno.
Un toque en su brazo lo sacó de su trance, era una niña de pelo naranja como el fuego y ojos azules como el cielo despejado, y que estaba tratando de decirle algo  con gestos.
-          Lo siento pequeña, pero no te entiendo.- Mars trató de ser lo más amable posible. La niña volvió a repetir sus gestos.- Sigo sin entender. Si no me lo cuentas no podré ayud…- La niña desvió su mirada azul hacia el suelo. Entonces Mars se dio cuenta. No podía hablar, y no se le ocurrió otra cosa que sacar su varita y hacer un hechizo para entender sus gestos. La niña se sorprendió ante la luz que emanaba de la varita de madera y al ver que Mars estaba diciendo con gestos que le repitiese la pregunta. La niña repitió los gestos, cruzando los dedos pulgar e índice y luego señalándose a sí misma con ambas manos.- La espada, la quieres, es tuya.- La niña asintió sonriente mientras Mars repetía esa frase con gestos.
La niña recibió su espada con gusto. Era la primera vez que alguien, además de sus padres, entendía sus gestos y se esforzaba por entender lo que quería decir. Así que como agradecimiento decidió llevarse a Mars a su casa, para que sus padres lo conociesen.



martes, 1 de julio de 2014

Sin título

Todos los días se sentaba en la misma mesa, con la mirada fija en la puerta, deseando que en cualquier momento esa silueta que ya le resultaba tan familiar la atravesase, que fuese hacia ella y le tomase de la mano, arrastrándola consigo y descubriéndole nuevos mundos.

viernes, 23 de mayo de 2014

Una de Algo.

Cap. 12

Atracaron el barco y bajaron. En cuanto lo hicieron, unos oficiales reales se acercaron a ellos. Zola golpeó el brazo de Ulises, que aun seguía algo aturdido por el repentino cambio de Zola.
-          Escúchame bien Ulises. Hablaré yo, nada más, no quiero que metas la pata, así que mantén tu boca cerrada o esto podría acabar mal.- Ulises lo miró a los ojos, que seguían igual de verdes que antes, aunque esta vez con un brillo diferente, y asintió con la cabeza.
-          ¿Nombre del barco?- preguntó uno de los oficiales.
-          “Sirena del Mar”.- el tono de Zola mostraba una gran seguridad.
-          ¿Capitán?- siguió preguntando el oficial.
-          Yo. Maximus Brave.- el oficial asintió con la cabeza.
-          ¿Tripulación?- al escuchar esta pregunta, Ulises dirigió su mirada hacia Zola, que le sonrió como respuesta.
-          Sólo nosotros.- el oficial paró de escribir al escuchar la respuesta.
-          ¿Sólo ustedes?
-          Sí. Sufrimos un ataque pirata. El resto de los hombres trató de defender el barco, pero fue en vano, todos murieron. Sólo quedamos el chico y yo.- la mirada de Zola era intensa y estaba dirigida a los ojos del oficial, mientras que su tono había sonado triste.
-          ¿De qué puerto vienen?- el oficial continuó con su interrogatorio.
-          De Filistus, en el archipiélago de las Islas Mayores.
-          ¿Qué traían?- Zola se sorprendió ante esa pregunta, aunque no permitió que la sorpresa se viese reflejada en su rostro. Antaño, antes de que todo cambiase, las Islas Mayores exportaban azúcar y cacao, y sólo los barcos reales estaban autorizados a realizar el transporte, como medida para evitar el contrabando, sin embargo, ese mercado había decaído hacía un par de años a favor de las Islas Menores, por lo que lo más probable sería que exportasen, de forma clandestina, algún tipo de droga. Por primera vez, Zola se había quedado sin palabras, y eso no era algo que pasase muy a menudo.
-          Telas para los sastres y modistas del rey y de la corte.- La voz de Ulises sorprendió a Zola, que le lanzó una mirada de agradecimiento.
-          ¿Telas?- El oficial miró a Ulises extrañado.
-          Sí. La Fiesta de Emparejamiento es dentro de tres semanas.- Los oficiales fruncieron ante ese recuerdo, y Zola tan sólo sonrió con tristeza, una sonrisa que llamó la atención de Ulises.
-          Ah sí, la Fiesta de Emparejamiento. Estúpidos niños ricos.- Fue lo único que el oficial dijo.
-          ¿Aun  tenéis las telas?- Preguntó el otro oficial mientras miraba fijamente a Zola. No sabía muy bien por qué, pero su rostro le resultaba extrañamente familiar, tan extrañamente familiar que… No. No podía ser él, sus destinos se habían separado hacía un par de años y desde entonces no había vuelto a tener ninguna noticia… El oficial sacudió su cabeza ante esos pensamientos.
-          Por fortuna hemos podido conservar algunas de las que traíamos, la otra parte del cargamento vendrá por tierra.- Esta vez la voz de Zola sonó firme, y aunque la tristeza y la nostalgia eran palpables, no permitió  que se notase más allá de sus palabras.
-          Está bien. Maximus Brave, como capitán del “Sirena del Mar” tendrás que firmar este documento.- Zola asintió y tomó la pluma que el segundo oficial le ofrecía. Ambos hicieron contacto visual, y un montón de recuerdos se despertaron en su mente con tan solo ver esos ojos castaños que reconocería en cualquier parte del mundo. Zola se sacudió la cabeza, queriendo alejar esos pensamientos de su mente, y tan solo firmó.- Muy bien.- dijo el segundo oficial, ya pueden ir a descargar su mercancía.- Zola asintió y se encaminó hacia la zona de descarga, seguido de Ulises.- ¡Y por cierto!- Les gritó el segundo oficial, que en ese momento ya se encontraba solo.- ¡Ha sido bueno verte! ¡Pero la próxima vez disimula mejor! ¡Y que sepas que todavía no se me ha olvidado lo de aquel día!- Esas palabras tomaron por sorpresa a Zola, haciéndole sonreír, y por una vez, esa sonrisa fue sincera.
-          ¿Qué es lo que acaba de pasar?- Ulises todavía seguía en shock, sin entender nada.
-          Cállate y tan sólo camina, o nos meterás en problemas.      


sábado, 10 de mayo de 2014

Las aventuras de Max "Estocada Mortal"

Aventura nº 1: El comienzo.
Los gritos de los hombres que corrían de un lado a otro se oían desde el otro barco, nunca era bueno cruzarse con piratas, y menos si esos piratas iban bajo la bandera de los “Cazadores del Mar”, cuyo capitán, Max Jackson, conocido mucho mejor como Max “Estocada Mortal”, era uno de los piratas más temibles y temidos de los Siete Mares. Desde hacía varios años “Max Estocada Mortal” venía siendo el amo y señor de los Siete Mares. Caracterizado por su excelente manejo de la espada (cualquier tipo de espada) y por su respeto hacia la esgrima, Max “Estocada Mortal” destacaba sobre todo por su juventud, y por qué no decirlo, también por su atractivo. Era el modelo a seguir de muchos jóvenes, aburridos, de la nobleza, y de muchos otros que veían en la piratería la oportunidad de hacerse ricos. Era el sueño de todas las mujeres sin excepción, que veían en él la oportunidad de llevar una vida que ni locas podrían llevar en tierra.
Pero Max “Estocada Mortal” era más que eso. Era más que un pirata temible y temido, era más que el sueño de todos los jóvenes del mundo. Max “Estocada Mortal” era también un joven, un joven que despechado había sucumbido a los encantos del mar, de los grandes tesoros, de la libertad, porque Max “Estocada Mortal” era eso, la libertad, pero la libertad con mayúscula.
Para comprender el carácter de Max “Estocada Mortal” hay que remontarse unos años atrás, cuando Max “Estocada Mortal” todavía era simple y llanamente Max Jackson, de los Jackson de Newport, en Gales. En ese entonces él era un simple muchacho de catorce años que se estaba preparando para algún día llevar el negocio de su padre, un rico mercader que vendía productos de lujo y que finalmente se había asentado con su hijo en Newport, porque Max Jackson era huérfano de madre desde el día de su nacimiento. Pero los años fueron pasando, y el día de su dieciséis cumpleaños, mientras estaba limpiando el mostrador de la tienda de su padre (en la que ya trabajaba), fijó su vista en una muchacha que con mucho interés estaba observando una pluma de ave, pero no de cualquier ave, sino de un pavo real. Entonces Max “Estocada Mortal”, que en ese momento todavía era Max Jackson, se acercó a la muchacha, que con mucho interés (quizás con más interés del que mostraba hacia la pluma) miró a Max Jackson y le sonrió.
-          Me gustaría comprar esta pluma, ¿cuál es su precio?- Max frunció el ceño, pero aun así trató de ser amable.
-          Lo siento señorita, pero esa pluma no está en venta.- Entonces la sonrisa que la muchacha había puesto en sus labios despareció, y fue sustituida por una mirada triste.
-          Oh, lo siento, es que como estaba en el estante pensé que…- Max frunció aun más el ceño.
-          No está a la venta, pero si quieres te la puedo regalar, es una pluma muy especial, pero aun así…- El rostro de la muchacha se iluminó de nuevo.
-          ¿En serio?- Max asintió sonriéndole de vuelta.- ¿Y por qué es especial esta pluma?- El rostro de Max se entristeció ante esa pregunta.
-          Fue un regalo… Me la trajeron de América por mi quinto cumpleaños.
-          América… Me gustaría tanto ir allí…- El rostro de la muchacha se entristeció otra vez.
-          ¿Por qué?- La muchacha se sorprendió ante esa pregunta.
-          Porque es la tierra de la libertad.- Esas palabras quedarían grabadas para siempre en la mente de Max Jackson.
Al año siguiente, por su decimoséptimo cumpleaños, Max Jackson estaba corriendo hacia el hospital de Newport, donde la muchacha de la tienda se encontraba. En cuanto Max la vio su mirada se puso triste, haciendo que la sonrisa de la muchacha desapareciera de su rostro y se entristeciera, porque en ese año, Max y ella se habían convertido en mejores amigos, y a la muchacha no le gustaba ver a Max Jackson triste.
-          Recuerda Max, que lo importante es ser uno mismo, dejarse llevar y ser, sobre todo libre, y la única libertad que podemos encontrar es el mar, donde no hay nadie que nos diga lo que podemos o no hacer, ni cuál es nuestro deber…- Las lágrimas corrían por el rostro de Max Jackson mientras la muchacha le sostenía la mano y se la acariciaba suavemente, porque esas serían las últimas palabras que Max oiría de la boca de su amiga…

Desde aquel día Max Jackson se prometió a sí mismo que llevaría una vida de libertad, convirtiéndose en Max “Estocada Mortal” y llegando a ser amo y señor de los Siete Mares en tan sólo tres años, cumpliendo con la promesa y los deseos de su amiga, cuyo nombre nunca nadie más que él lo sabrá. Pero nadie conoce esta parte de Max “Estocada Mortal”, porque Max “Estocada Mortal” era ante todo un pirata, y los piratas nunca cumplían promesas y nunca hacían nada por nadie.    

miércoles, 9 de abril de 2014

Una de Algo

Cap. 11
Llegó a la plaza. Un escalofrío recorrió su espalda. Después de tanto tiempo por fin se volverían a encontrar.
Buscó el edificio con la mirada. La chica tenía razón, tenía todo el aspecto de una herboristería. Mientras caminaba hacia allí se preguntó cómo estaría Clío y si sería capaz de reconocerlo, pues la última vez que se habían visto él estaba a punto de cumplir diecisiete años y ya había finalizado su entrenamiento, desde entonces ya sólo dependería de él ser mejor espadachín o no.
Entró en la herboristería-enfermería, haciendo que una pequeña campana sonase aunciando su presencia. Un chico se acercó a él.
-          ¿Deseas algo?- el chico le preguntó de forma educada. Era más bien bajo, de pelo cobrizo y muy lacio y ojos oscuros y rasgados. No parecía tener más de quince años.
-          Sí. Busco a Clío.- Esas palabras hicieron que la antes amable mirada del chico ahora pasase a ser de sospecha, y Dimitri lo notó.- No te preocupes, no voy a hacer nada. Sólo quiero hablar con ella. Es mi hermana y hace mucho que no la veo.- El chico seguía mirándolo con sospecha.
-          Ella no me dijo nada de ningún hermano.
-          Bueno, es que no soy exactamente su hermano, pero como si lo fuera, fue ella quien me crió.- En ese momento una cabeza se asomó por la puerta. Era una mujer. Era Clío.
-          Dimitri…- Los ojos azules de Clío miraban fijamente a los de Dimitri, tan parecidos y a la vez tan distintos.
-          Hola, supongo.- Dimitri la miró fijamente. Seguía siendo pelirroja, aunque ahora tenía el pelo algo más oscuro. Los ojos seguían iguales: intensamente azules grandes, pero con un destello del que carecían los de Dimitri. Seguía teniendo su cuerpo de kunoichi, estaba claro que había seguido ejercitándose. Y seguía con la piel tan blanca como siempre.
-          ¿Solo “hola”?- El ambiente era un poco tenso entre ellos.
-          No sé qué más decir.- Estaba serio, algo que contrastaba con el carácter risueño que hasta hacía un par de años era propio de él.
-          No digas nada. Tan sólo me esperaba algo más original.- Clío sonrió, mostrando su blanca dentadura (algo poco común en la época) y relajando el ambiente.- ¿Para qué has venido pues?
-          ¿Creo que ya sabes la razón.- Dimitri miró de reojo al chico que le había atendido.
-          ¿Entonces ya toca?
-          Todavía no. Tenemos que reunirnos con Zola y luego contactar con Mars. No sabemos nada de él desde que lo encarcelaron.- Clío miró con incredulidad a Dimitri.
-          Estás mintiendo. No se lo pudieron llevar.
-          No miento. Sí que se lo llevaron. Zola y yo estábamos presentes cuando ocurrió.
-          ¿Cómo ocurrió?- Clío quería saberlo todo. Esos chicos habían sido como sus hermanos, y daría todo lo que fuera por ellos. Al fin y al cabo sólo les separaban dieciséis años.
-          Te lo contaré por el camino si vienes. Si no vienes, rezaré para que no nos pase nada y todo salga bien.
-          No te preocupes Dimitri. Iré contigo. ¿Cuándo quieres partir?
-          Mañana sería perfecto. Estoy agotado y necesito descansar.

-          Está hecho. Mañana partiremos. Cali, Flavia y tú os quedaréis al mando de esto. Mañana os daré las instrucciones.- Cali era el chico que había atendido a Dimitri.

jueves, 13 de marzo de 2014

Una de Algo.

Cap. 10.
Ahora ya solo le quedaba localizar el camino que llevaría a la ciudad. Probablemente fuese un camino de tierra, ya que todos los mercaderes y comerciantes solían usar el Camino Real, mucho más corto y que sesgaba el bosque en dos partes.
Sacó el mapa de su macuto y lo desdobló. Lo malo de ese mapa es que sólo estaban marcados los caminos más transitados, es decir, el Camino Real y los que comunicaban Meld con Fente, Raden y otros pueblos.
Echó a andar dirección a Fente. Llegaría a la ciudad a mediodía, por suerte Eli, la chica de Raden, le había guardado suficientes provisiones para el resto del camino.
Escuchó un traqueteo a lo lejos, por lo que se paró para observar mejor. Un carro tirado por un caballo se dirigía hacia donde él estaba. Pensó en seguir a pie, pero el dolor que llevaba era insoportable y, además, estaba totalmente agotado, así que decidió hacerle señas al carro.
-          ¿Qué pasa muchacho?- el hombre que iba en el carro lo observó.
-          Me preguntaba si por casualidad no se dirigiría hacia Fente.- Dimitri trató de aguantar el tipo.
-          Tienes suerte muchacho, hoy es día de mercado en la ciudad y tengo que dejarle esto a un comerciante, así que sube.- Dimitri le lanzó una mirada de agradecimiento y subió al carro.
-          Dime chico, ¿cuál es tu nombre?- El hombre del carro lo volvió a mirar. Aunque era común encontrarse con viajeros a lo largo del camino, no era común encontrárselos viajando a pie, y menos tan jóvenes como ese muchacho aparentaba.
-          Shanan, señor.- Otra vez volvió a esconder su identidad verdadera, pues temía que si usaba su verdadero nombre lo cogerían, y si usaba el mismo que antes sería sospechoso.
-          Shanan…- El hombre pronunció su nombre con suavidad.- ¿Cuántos años tienes?- Esa pregunta tomó a Dimitri por sorpresa. La gente nunca le preguntaba su edad, nunca le prestaban atención a detalles como esos.
-          Diecinueve señor, pero en abril cumpliré los veinte.
-          Aun eres joven Shanan. ¿Sabes? Yo tengo un hijo de tu edad. Se llama Max y vive en La Laguna. Y también suele viajar a pie.-Sin saber por qué, Dimitri decidió anotar esa información en su mente.- Así que si algún día pasas por allí, búscalo y dile que no se preocupe, que todos estamos bien y que lo que tenga que ser será.- En la cara de Dimitri había confusión.
-          Señor… No entiendo…- El hombre sonrió, rejuveneciendo su aspecto.
-          Sueles viajar, ¿verdad Shanan?- No era una pregunta, sino una afirmación. Dimitri asintió.- Los que viajan a menudo suelen ir como tú. Un macuto, una capa y ropa vieja y versátil, además suelen ir a pie, pues un caballo en muchas ocasiones puede ser un incordio.
-          Y por eso usted ha descubierto que viajo a menudo.- El hombre volvió a sonreír.
-            Eres listo chico. Dime, ¿por qué quieres ir a Fente?- Esa pregunta sí que no se la esperaba, así que, una vez más, tendría que improvisar.
-          Tengo una hermana aquí que está encinta, a punto de dar a luz, así que me pidió que viniese lo antes posible, quiere que esté presente cuando nazca mi sobrino.- Cada vez se sorprendía más con su facilidad para mentir, aunque no era de todo mentira. Clío vivía en Fente, y además era como su hermana y una especie de madre.
-          Un nacimiento siempre es motivo de celebración. Mira Shanan, ya estamos llegando.- A lo lejos se veía la ciudad, y ya desde allí se podía notar la gran actividad que había en la calle.- ¿Sabes qué es lo que más sorprende de esta ciudad, Shanan?
-          Es una ciudad sin murallas.- El hombre asintió. Fente era una excepción con respecto a las otras ciudades. Era la única ciudad del reino sin amurallar, eso si no se contaba con La Laguna.
Una vez en la ciudad Dimitri se bajó del carro, dio las gracias al hombre que lo llevó y puso rumbo a la casa de Clío
Se mezcló con el gentío de la ciudad. Había gente por todas partes. Los gritos de los mercaderes, las voces de admiración de las mujeres, las risotadas de los hombres… todo eso mezclado con las coloridas ropas y los olores que se desprendían de los puestos de comida provocaba en Dimitri nostalgia. Los recuerdos de su infancia invadían su mente: los duros entrenamientos con Clío y Loc para ser guerrero, las eternas clases de magia en las que aprovechaba para dormir, las escapadas de palacio a la ciudad con Mars y Zola, sus amoríos de adolescencia, Luna… Ya nada era como antes y, probablemente nunca lo volviese a ser. Añoraba aquellos años, sin preocupaciones de ningún tipo, sin largas búsquedas, sin muertes…
Sintió un dolor en su cabeza que lo hizo volver a la realidad. Se había chocado con alguien. En seguida se levantó y se limpió la ropa, pero alguien seguía en el suelo. Miró hacia el suelo, era una mujer joven, una adolescente probablemente. Le tendió la mano y le ayudó a levantarse.
-          Lo siento.- Dimitri se disculpó.- ¿Estás bien?
-          Sí, gracias.- La chica levantó la mirada hacia Dimitri y enseguida enrojeció. Dimitri solía ser bastante popular entre el sexo femenino, y él lo sabía bien. Tenía el pelo negro y rizado, la tez morena y los ojos grandes e intensamente azules, y además era alto y atlético, cualidades de las que se solía aprovechar cuando era más joven y escapaba a la ciudad. Las chicas de la ciudad siempre le habían atraído más que las de palacio, quizá porque eran más sencillas y naturales.- ¿Tú estás bien?
-          Sí, solo un poco perdido. ¿Sabes por dónde se va a Basia?- El momento de ensoñación había provocado que se perdiese.
-          ¿Te refieres al mercado?- La chica volvió a mirar a Dimitri, esta vez más calmada.
-          Supongo, a no ser que haya algo más allí. ¿Hay algo más allí?
-          Sí.- respondió la chica.- Una enfermería.- Dimitri sopesó las opciones: un mercado o una enfermería. Se decidió por la enfermería, pegaba más con Clío.
-          ¿Me podrías decir por donde se va a la enfermería?- Dimitri trató de ser lo más educado posible.
-          Sigue toda esta calle, recto hasta el fondo, y luego gira a la izquierda y sigue toda esa calle hasta el fondo, saldrás a una plaza, la Plaza de Basia, y allí te encontrarás con varios edificios. El más grande es el de la Administración Real y justo el que hay enfrente, más pequeño, es la enfermería, aunque a primera vista parece una herboristería más, pues la enfermería se esconde en la parte trasera de la tienda.

Dimitri dio las gracias una vez más y puso rumbo a la plaza. Poco faltaba para su reencuentro con Clío. 

sábado, 1 de marzo de 2014

#22

Cuando Alfredo le dijo a Totó en la película “Cinema Paradiso” que nunca más volviese al pueblo, porque todo sería distinto, no lo comprendí muy bien.

Ahora, viviendo en otra ciudad y volviendo a la mía cada fin de semana por segundo año consecutivo, puedo comprender a lo que el viejo Alfredo se refería. Nada para mí es como era hace un par de años, he perdido el contacto con mucha gente, y con la que sigo en contacto solo la puedo ver cuando hay más de tres días de descanso.

Es triste, pues ver a grupos de amigos, cada vez que vuelvo a casa, planear lo que van a hacer durante el fin de semana, me deprime, haciéndome recordar los años de secundaria y bachiller en los que, aunque no salía mucho, planeábamos con toda la ilusión del mundo lo que íbamos a hacer los días que decidíamos quedar.

Ahora, estando en otra ciudad por motivos de estudio, puedo decir que he conocido a gente maravillosa, con la que me llevo bien y con la que puedo compartir cosas, ya sea títulos de libros, una noche de cine, o hablar de mis problemas.

Sin embargo, me da mucho miedo que al acabar la carrera y al volver a mi ciudad (probablemente no encuentre trabajo), pierda el contacto con ellos. Aunque espero que eso no ocurra, pues, aunque me de pereza, procuraré enviarles algún mensajito de vez en cuando. Sólo para no perderlos a ellos también.

Dedicado al Bad Friends Trio y a Lorena, ese territorio entre Francia y Alemania.

A 1 de marzo de 2014


Diario de un rincón de mí.

martes, 25 de febrero de 2014

Una de Algo

Cap. 9
Por fin alcanzó una de las puertas de acceso a los jardines, la única sin vigilancia. Llevaba siglos sin usarse y por suerte el rey no sabía de su existencia, o quizá sí y los rumores sobre lo supersticioso que era eran ciertos. Sea como fuere, supuso un gran descubrimiento para Mars, que ya contaba con una excusa y un disfraz para salir sin ser reconocido.
Una vez fuera de palacio (y de los jardines de palacio), puso rumbo hacia La Laguna, un territorio del reino ajeno al rey. Por suerte, si las cosas seguían como la última vez, encontraría allí refugio y podría ponerse en contacto con el resto.
Se alejó de los muros de palacio lo más rápido que pudo, ahora tan sólo tendría que buscar la forma de llegar a los caminos sin ser visto por los guardias de palacio.
Esperaría hasta la noche, su momento favorito del día, y luego pondría rumbo hacia La Laguna. Mientras tanto, se escondería entre la espesura del Gran Bosque, al fin y al cabo, se lo conocía de memoria.
Esperó con gran cautela y escondido entre las ramas de los árboles más altos la llegada de la noche, que vino anunciada por la presencia de una Luna llena.
Desde los árboles, Mars tenía una gran vista de los alrededores inmediatos del palacio y las actividades que se llevaban a cabo.
Le sorprendió mucho que no hubiese caos, por lo que solo cabía dos posibilidades: o el rey ya se estaba recuperando y pospuso su persecución, o seguía inconsciente.
Nada más retirarse los guardias se bajó del árbol. Aunque sabía que Imre nunca mandaría a sus hombres a territorio sagrado, en esos momentos era mejor ser precavido.
Aprovechó las facultades que la noche le otorgaba para hacer más llevadero su camino, al fin y al cabo, no alcanzaría el otro extremo del bosque hasta el amanecer, y a La Laguna llegaría al mediodía.
Por suerte estaba tranquilo. Sólo los animales de la noche salían de sus escondites, cosa a la que no le daba importancia, porque al fin y al cabo, él también era un ser de la noche.
Los primeros rayos de luz aparecieron entre las nubes de las últimas horas. Ya estaba próximo a la salida, así que decidió hacer un alto para comer. Frutos silvestres y agua fue lo que encontró, con eso le bastaría hasta llegar a La Laguna.
Inició el camino de nuevo, yendo hacia las carreteras pavimentadas que llevaban a La Laguna.
Ningún guardia en el camino. Eso le confirmó sus sospechas, los habitantes de aquella ciudad seguían controlando las rutas entre el bosque y el lago. Ni el propio rey se había atrevido a quitarles ese derecho.

 Finalmente, con el Sol en su cenit, Mars llegó a La Laguna. Buscó un lugar en el que alojarse, pero sin dinero ni nada que lo identificase era difícil. Buscaría información por la tarde y a la noche ya decidiría qué hacer.

domingo, 9 de febrero de 2014

#21

Fogonazos de luz recorrían el cielo.
En una ventana, un joven muchacho los observaba embelesado.
Sobre el fuego, una humeante olla cuyo interior era removido por expertas manos de mujer.
Sobre la mesa, una larga pluma y un tintero, acompañados de papel de arroz..
Recostado sobre un diván, el Anciano Que Todo Lo Sabía.
En una chimenea, un gran fuego iluminaba toda la estancia.

jueves, 6 de febrero de 2014

#20

Cerré los ojos. Las gotas de lluvia resbalaban por mi piel. Una bonita y agradable tormenta de verano que me refrescaba la mente. Pero aun así no era suficiente. Tan sólo quería que viniese por detrás y me abrazase, que me susurrara al oído. Pero no iba a ocurrir. Ya no podía ser.  

Mapa Una de Algo.


lunes, 3 de febrero de 2014

#19

   A veces me encuentro tan sobrecargada que me vuelvo loca, necesito respirar, salir a tomar el aire, sentir como las gotas de lluvia reposan en mi piel y notar la calidez del sol en mi cuerpo… Sentir que estoy viva y que hay vida más allá de los libros, las clases y las bibliotecas. Por desgracia eso se acaba en un par de minutos cuando recuerdo todo lo que tengo que hacer.
  Diario de un rincón de mí.

martes, 14 de enero de 2014

Una de Algo.

Cap. 8

Zola tomó el mando del barco, poniendo dirección hacia Velia, la gran ciudad costera del reino.
Ulises izó las velas, tal y como ella le había ordenado. Todavía se seguía preguntando el origen de la explosión de luz y cómo había ocurrido, pero no se atrevió a preguntarle, al menos por el momento.
-          ¿En dónde has aprendido a manejar un barco?- La curiosidad de Ulises fue un primer paso para romper el hielo.
-          Fue parte de mi educación.- Zola estaba seria, con la vista fija en el horizonte y en las cartas de navegación.
-          ¿Tu educación? Sueña extraño. El manejo de un barco se reserva a los hombres. ES más, no está bien visto que una mujer vaya a bordo.- La voz de Ulises sonaba incrédula. Esa mujer era muy rara.
-          Mira, si tienes algún problema conmigo tan sólo dímelo, pero te puedo asegurar que de los dos soy quien tiene más experiencia en esto de los barcos y la piratería.- La voz de Zola portaba un deje de fastidio.- ¿O acaso me equivoco?- miró a Ulises de reojo.
-          Supongo que tienes razón…- Ulises estaba sonrojado por el comentario. Nunca nadie le había hablado así, y menos una chica.- ¿Tardaremos mucho?
-          Unos nueve días si el viento sigue a nuestro favor, sino entre dos y tres semanas.
-          ¿Cómo haremos para camuflar el barco?- La voz de Ulises volvió a interrumpir el silencio.- Quiero decir… No es un barco comercial, ni pesquero, ni tan siquiera está registrado.
-          Ulises. - la voz de Zola sonaba cansada.- Hay algo que se llama camuflaje, y antes de llegar a puerto lo camuflaremos como un barco real.
-          No había pensado en eso…- Ulises estaba pensativo.- Pero tengo otra duda.- Zola lo miró. Ese chico hacía demasiadas preguntas y no le gustaba, impedía su concentración al timón.
-          Dime.- respondió Zola.
-          ¿Cómo te camuflarás tú? Quiero decir… Eres una chica, eso es obvio, y podría acarrear muchas sospechas por parte de los revisores del puerto.- Zola lo miró de nuevo, tendría que andarse con cuidado con ese muchacho si no quería arruinar la misión.
-          No te preocupes por eso, una dama siempre guarda un as en la manga.- Zola sonrió de manera amable.
-          Y otra cosa, ¿qué les diremos? Solo somos dos tripulantes, y eso también es sospechoso, pues en los barcos reales…
-          ¡Ya sé que en los barcos reales van como mínimo diez tripulantes, Ulises!- La reacción de Zola sorprendió mucho a Ulises, así que decidió no preguntar más.- Les diremos que fuimos atacados por piratas, no es mentira, y que mataron al resto  de tripulantes. Les diremos que tú y yo sobrevivimos porque los tomamos por sorpresa.
-          Pero… ¿Y si piden el registro de los tripulantes?- Ulises pensaba demasiado, se preocupaba demasiado.
-          No lo harán.- Zola respondió de manera tajante.
-          ¿Cómo estás tan segura?
-          Porque lo sé, y punto.- Ulises la miró fijamente.- ¿En serio crees, Ulises, que un par de revisores y otro par de controladores, hartos de pasar su mísera existencia en un puerto, oliendo mal y cobrando una miseria, se molestarán en pedir el registro de un barco real que fue atacado por piratas?- Ulises no comprendió esa respuesta, pero decidió que no preguntaría más el resto del viaje, confiaría en ella.
                                                                                                                                        
Por fin, tras nueve días de travesía por las aguas más tranquilas y peligrosas del reino, y con el viento a su favor, Zola y Ulises avistaron a lo lejos el puerto. Sin embargo, antes de arribar decidieron llevar el barco hacia unos acantilados y ocultarlo, pues tendrían que camuflarlo, y luego camuflarse ellos.
-          ¿Cómo lo haremos?- Preguntó Ulises.
-          En la cofia del barco hay una bandera de un barco real. Intenta cogerla, mientras, yo me prepararé.- Ulises miró a Zola, con mucha curiosidad, se preguntaba si su camuflaje la haría pasar desapercibida.
Zola fue a la sala del capitán, se quitó primero el vestido, y luego la ropa interior, tras eso, se quitó el colgante del cuello, se puso una camisa blanca y unos pantalones marrones, junto con unas botas, se recogió el pelo en una coleta y tomó un macuto, en el que se guardó el colgante, la varita, un plano de la ciudad, un libro y dos saquitos, uno con monedas de oro y otro con monedas de plata, por si acaso. Se miró en un espejo y comprobó su aspecto. Por suerte su complexión era delgada, esbelta y atlética y sus rasgos suaves y delicados, aunque ahora lucían algo diferentes, pero si no se fijaban mucho, nadie sabría decir si era un chico o una chica. Y lo mejor de todo, pasarían desapercibidos. Por si acaso, decidió ponerse un sombrero. Cuando volvió a mirarse en el espejo, sonrió. Era perfecto.
Volvió a la cubierta del barco, donde se encontró a Ulises izando la bandera que indicaba que era un barco real.
-          Bueno, creo que ya está.- dijo Ulises, al notar la presencia de Zola.- ¿Tú ya estás lista?- Le preguntó, mientras se giraba. Pero cuando lo hizo, se encontró algo inesperado. Era un chico, ¡Un chico! Como lo era él, solo que más alto, y también algo más mayor.- ¿Cómo…?- No le dio tiempo a acabar la pregunta.
-          Te dije que me guardaba un as bajo la manga.- Respondió Zola, solo que esa vez su voz sonó más grave.
-          ¿Magia?- Preguntó Ulises, incrédulo.
-          Tal vez. Llámalo x.- respondió Zola, con una sonrisa de autosuficiencia en su rostro.- Es mejor que saquemos de aquí el barco y pongamos rumbo al puerto. ¿Cuál es el nombre?
-          “Sirena del Mar”.- Respondió Ulises. 

martes, 7 de enero de 2014

#18


Calor, música, amigos, trasnoche, dormir hasta tarde, diversión... Eso era, en palabras de Odette, el verano, una época del año dedicada solo y exclusivamente a pasarlo bien. Y ese verano no iba a ser menos. Ya había hecho muchos planes, pero total, ¿para qué? Si sus amigos ya se encargarían de estropearlos, o mejor dicho, se encargarían de que se dejase llevar por los momentos que vivían, aunque dejarse llevar... pues a veces no era lo mejor.
Nadie pensó que nada de eso les pudiese ocurrir.
Tres personas en comisaría y dos desaparecidas.
El dinero que consiguieron reunir... pues no era suficiente para la fianza y nadie contestaba a las llamadas o estaba apagado fuera de cobertura. Ya no había nada de esperanza... ¿o quizá si?
Alguien iba gritando por el pasillo. Unos gritos muy conocidos para los allí presentes.
- ¡No sois más que una panda de retrasados! ¡Insensatos!
- Odette, déjame explicar...
- ¡ No quiero vuestras malditas explicaciones! ¡Imbéciles!
- Pero...
- ¡Nada de peros! ¡Estoy harta!
- Odette...
- ¡Ni Odette ni mierdas! ¡¿Como se os ha ocurrido?!
- Era curiosidad...
- ¡¿Curiosidad?! ¿¡ Qué coño se os ha pasado por la cabeza eh?!
¡No, no me lo digáis! Ya lo sé. Seguro que fue algo del tipo... "Bueno, probemos, dicen que nos lo pasaremos mejor por ahí si la tomamos y si pasa algo... pues nada, total ya está la idiota de Odette que vendrá a sacarnos las castañas del fuego, como siempre".
- Odette cálmate...
- ¡¿ Y tú qué?! ¡Eres el mayor! ¡Deberías ser más responsable!
- Odette por favor... cálmate.
- ¡¿Que me calme?! ¡¿Cómo quieres que me calma si han cogido a mi hermano y mis amigos con posesión de coca, eh?! ¡Cómo!
- Vale, fue una estupidez pero ya pasó. Así que por favor, paga la fianza y sácanos de aquí, hay que buscar a Collette.
- ¿Cómo que hay que buscar a Collette? ¿No iba con vosotros?
- Sí, pero cuando la poli nos paró...
- ¿¡Qué?!
- Desapareció...
- ¡¿La habéis dejado sola?! ¡¿Cómo se os ocurre?!
- Tranquila... Es Collette, todo estará bien, cogerá el bus y se irá a casa...
- Eso si no acaba violada en una cuneta...
- Dios mío... Esto no puede estar pasándome... ¿¡Como iba!?
- Bueno... digamos que bebió de más.
- Y encima borracha. Lo que me faltaba. Mi hermano y dos retrasados que tengo por amigos en comisaría por posesión de coca y mi mejor amiga desaparecida por ahí y totalmente borracha...