lunes, 30 de diciembre de 2013

#17

El timbre sonó. Todos los alumnos salieron rápidamente de clases. Comenzaban oficialmente las vacaciones.
Gracia fue la última en salir de su clase. Siempre se tomaba las cosas con calma, y esa no iba a ser la excepción.
Salió a la calle. El frío seco indicaba que pronto nevaría. Mientras tanto, aprovecharía los días para hacer las compras.
Estaba emocionada. Alex, su hermano, regresaría después de seis meses sin verlo, aunque solo fuese por unos días. Para él quería algo especial, algo que le recordase a ella cuando se volviese a Polonia.
Pasó por delante de una tienda. En el escaparate vio un pequeño cofre de madera. Lo compró, puso una foto de los dos en su interior y unos cuantos caramelos de café, sus favoritos. Puso también un frasquito con arena de la playa y unas entradas viejas de cine. Cerró el cofre y lo envolvió con un bonito lazo.
Ese sería el regalo de Alex.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Una de Algo.

Cap. 7.
El azul del cielo se reflejaba perfectamente en el agua. Era un día soleado, sin ninguna nube en el cielo. Sin embargo, el mar estaba movido. La tormenta de los días anteriores había dejado vientos que hacían un buen momento para la navegación.
El barco se balanceaba, provocando mareos en algunos de los pasajeros.
-          ¿Qué tal los mareos?- preguntó un chico de ojos azules como el océano y pelo rubio como el trigo.
-          ¿En serio me preguntas eso? Creo que es obvio.- La chica se giró hacia el tripulante. Probablemente fuese novato, pues no aparentaba más de 16 años.
-          ¿Nunca has viajado en barco?- preguntó el chico.
-          ¿Acaso importa?- respondió la chica.
-          Bueno, importa. Cuánta más costumbre tengas, menos mareos.- La chica lo miró fijamente. Sus ojos verdes y su pelo negro le resultaron extrañamente familiares, desconcertando al chico.
-          Supongo que tienes razón.- La chica suspiró.- ¿Cuál es tu nombre?
-          Ulises. ¿El tuyo?- Esa chica había despertado mucha curiosidad en él.
-          Zola.- Era la primera vez que decía ese nombre en bastante tiempo, o no tanto, tan sólo hacía dos años que había comenzado a esconderse, concretamente desde que la crisis había llegado a lo más profundo del reino, a la familia real. Desde entonces, por oponerse a las nuevas normas, su cabeza figuraba en todos los carteles, junto con las de sus amigos.
-          Zola… cómo el futuro rey.- El chico estaba un poco sorprendido.
-          Sí bueno… de dónde yo vengo también es un nombre femenino.
-          ¿Y de dónde vienes?- Ulises quería indagar más sobre esa misteriosa chica llamada Zola.
-          ¿Acaso importa?- Zola trató de esquivar su pregunta. No le gustaba hablar sobre su pasado.
-          No te pongas así, mujer. Es sólo curiosidad.- Ulises procuró emplear un tono desenfadado, pues no la quería molestar.
-          Está bien… Vengo del Sur.
-          Mentira.- dijo Ulises, pues no se lo creía. Ojos verdes y tez blanca eran rasgos propios del Norte.
-          Es verdad.- Contradijo Zola.
-          ¿En serio? Pues tus rasgos parecen indicar todo lo contrario.
-          ¿En serio? No me había dado cuenta. Para nada.- El sarcasmo en la voz de Zola era palpable.
-          Vale, está bien, ya te dejo.- Ulises se marchó y Zola suspiró. Por fin se había librado de él y de sus preguntas. Un poco más y la misión hubiese fracasado.
Zola volvió a sus pensamientos. Al siguiente paso que daría, ponerse en contacto con Dimitri y Mars.  Mars… esperaba que le fuese bien en la misión. Desde que se separaron, poco antes de llegar a Raden, no había vuelto a saber nada de él, y eso le preocupaba. Conocía a Mars mejor que nadie, y sabía perfectamente que podría meterse en cualquier lío, que no era tan paciente como Dimitri. Dimitri… hacía tiempo que no se acordaba de él, pero esperaba que pudiesen reencontrarse a tiempo. La información que había recabado en estos dos últimos años había resultado muy interesante… y sobre todo sería de mucha ayuda para desenmascarar al rey.
-          ¡Zolaaa!- el grito le dio un sobresalto, sacándola de sus pensamientos. Alguien la cogió por detrás y se la llevó de dónde estaba.
-          ¡Suéltame! ¡¿Qué haces?! ¡Ulises, estás loco!- Zola no entendía nada.
-          Sólo mira, y calla.- Zola le hizo caso y miró a su alrededor. Unos hombres misteriosos estaban en el barco. No eran tripulantes, de eso estaba segura.
-          ¿Quiénes son?- Preguntó Zola, más con curiosidad que con miedo.
-          Míralos… Mira sus hombros. Están marcados, ¿no?- dijo Ulises, dirigiendo su vista hacia ellos.
-          Piratas…- Ulises asintió.- ¡Genial! Así podré poner en marcha mis nuevos experimentos.- Zola estaba emocionada. Quizá demasiado.
-          ¿QUÉ? ¿Asaltan el barco y lo único que te preocupan son tus experimentos?- Ulises estaba desconcertado. No entendía nada.
-          Exacto. Porque sé que esta vez funcionarán- Los ojos de Zola estaban iluminados de la emoción.- ¡Eh, vosotros! ¡Cerdos asquerosos! ¡Venid aquí si os atrevéis!- Los piratas dirigieron la vista hacia Zola. Una chica joven y aparentemente indefensa resultaba algo irrechazable. Pero Zola no les iba a dar el gusto.
Sacó algo de los bolsillos. Era una varita de mago. A continuación tomó su colgante de plata. Su energía fue canalizada a través de la varita hacia el colgante, provocando una explosión de luz que dejaría a cualquiera ciego… A cualquiera menos a Zola y Ulises. Los piratas estaban desorientados sin saber qué hacer. Muchos se cayeron al agua y el resto pidió misericordia. En cuanto a la tripulación… ya sólo quedaban ellos dos.
-          Es momento de irnos.- Zola  guardó su varita y recolocó el colgante.- Ulises, tomaré el timón del barco. Tú iza las velas, el viento ha cambiado de dirección.
-          ¿Cómo has hecho eso?- Ulises estaba confuso. Sabía de la existencia de la magia, pero eso no había sido exactamente magia.

-          Haz lo que te digo si quieres seguir con vida.- La voz de Zola sonó amenazadora. Amenazadora y con un deje de mando.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Una de Algo.

Cap. 6.
Unos ruidos de pasos se escucharon por el oscuro y húmedo pasillo, junto con el tintineo de unas llaves. Un hombre se acercó a una de las celdas.
-          El rey quiere verte.- dijo el guardia.
-          Él no es el rey.- le respondió el chico que se encontraba en la celda. El guardia se encrespó y pegó al chico en la cara.
-          Serás insolente.
-          Sólo dije la verdad, ese individuo que está ocupando el trono no es el rey.- El guardia agarró al chico del cuello de la camisa (o lo que quedaba) y lo lanzó contra la pared.
-          Tan sólo camina, chico.- Por primera vez desde que estaba ahí, el chico decidió hacer caso al guardia.
Fueron todo el camino en silencio. Tan sólo se escuchaban las llaves tintineantes y los lamentos de los otros encarcelados. Muchos de ellos serían ajusticiados en poco tiempo. Llegaron a unas escaleras y atravesaron la puerta, saliendo a los establos del castillo. El chico tuvo que cerrar los ojos, hacía demasiado tiempo que no veía la luz del Sol. Atravesaron la puerta que había en los establos para salir a la cocina. Desde allí subieron unas escaleras que daban a un pasillo con una gran puerta. El chico lo reconoció en seguida, estaban ante la sala del trono. Los dos custodios de la puerta miraron al chico, luego al guardia y justo después hicieron sonar sus bastones, anunciando su presencia. La puerta se abrió y el guardia guió al chico ante el trono. El chico lanzó una mirada de asco al hombre que descansaba sobre el trono, y luego escupió al suelo. El guardia levantó el brazo para pegarle.
-          ¡Detente!- El hombre del trono gritó.
-          Sí, su majestad.- respondió el guardia.
-          Márchate, Marcus, quiero estar a solas con el muchacho.- el rey sonrió y el guardia hizo lo que le mandaron.- Y tú, muchacho, haber si empiezas a tener más respeto por los que mandan.
-          Tú no mandas.- dijo el chico.
-          ¿Qué no mando? ¿Qué te hace pensar eso? Mira todo a tu alrededor, todos hacen lo que yo digo.- dijo el rey.
-          Sí, es cierto, hacen todo lo que les dices porque tienen miedo, pero nada más. Es posible que algunos te sean fieles de verdad, sigan tu causa, si es que se le puede llamar así, pero el resto están asustados. En cuanto pierdas todo tu poder, en cuanto la situación cambie, ya nadie te hará caso, porque tú no mandas, sólo asustas. No eres un rey, eres un tirano.- el chico apretaba los puños, impotente, el verdor de sus ojos refulgía como si de una esmeralda se tratase.
-          Buen discurso, muchacho, pero nada cambiará.- dijo el rey.
-          Yo no estoy tan seguro.- respondió el chico.
-          Además… ¿cómo que no soy un verdadero rey? Tengo el manto, el cetro, la corona, estoy en el trono, vivo en este castillo… ¿y aun así para ti no soy un rey?
-          No lo eres. Un rey tiene que ser un líder. Tiene que guiar al pueblo cuando cunda el pánico, cuando haya crisis… un rey tiene que ser justo, tiene que llevar la prosperidad a su pueblo… y tú no lo has hecho. Sólo has traído ruina, destrucción, pobreza…- las lágrimas se asomaban a los ojos del chico, que hacía todo lo posible por retenerlas. Ahora no podía llorar, no en ese momento. Tenía que mostrarse fuerte, frío, impasible y temerario, sobre todo temerario, pues el rey los odiaba. Sin embargo en realidad se sentía roto por dentro. Todo su mundo había desaparecido.
-          En fin… no son esos temas los que vinimos a tratar, muchacho, sino otros más importantes. Dime, ¿dónde están? ¿Dónde están tus amigos?- el rey preguntó, deseoso de obtener la respuesta que él quería oír.
-          ¿Acaso piensas que te lo voy a decir? Eres un iluso. Toda tu maldita vida lo has sido, un iluso y un traidor, ¡maldito bastardo!- el rey se levantó del trono y se acercó al chico, caminando sigilosamente y con actitud muy amenazadora. Si algo había que no soportaba, era que lo llamasen maldito bastardo.
-          Bien Mars, por última vez, ¿dónde están Zola y Dimitri?- el rey susurró en su oído, echándole todo el aliento y provocando un escalofrío en Mars.
-          Antes muerto, Imre.- El rey sonrió y desenvainó su espada.
-          Como tú digas, mi querido Mars.- El rey intentó clavarle la espada en el pecho, pero fue demasiado tarde, el escudo protector de Mars se había activado, rechazando el golpe del rey, que ahora yacía en el suelo, inconsciente.
-          Ni siquiera te mereces llevar ese nombre.- Mars miró una vez más al rey y le escupió en la cara.0
Levantó uno de los tapices que adornaban de la pared, un puerta se encontraba detrás. El pasadizo secreto que buscaba. Desapareció lo más rápido que pudo de la sala del trono. No tardarían en darse cuenta de que algo extraño pasase.

El pasadizo estaba oscuro, pero no era problema para él, pues pertenecía a la Tribu de la Noche, era un mago de la Noche. Finalmente salió a los jardines. Si se camuflaba bien podría pasar desapercibido y huir del castillo. 

lunes, 16 de diciembre de 2013

Una de Algo

Cap. 5
Se sujetó bien la capa, reanudó la cinta de la que colgaba el saquito, cerró bien el macuto y desenvainó la espada. Era mejor prevenir ahora que lamentar el resto del camino. Según sus cálculos, tardaría una hora en atravesar el bosque, eso si iba a buen paso y no se perdía.
Comenzó a adentrarse en el bosque. Estaba extrañamente silencioso, aunque podría deberse a las tormentas de los últimos días y las frías temperaturas. Las tormentas… se le habían olvidado por completo. Si comenzaba una no tendría donde refugiarse y además podría iniciarse un incendio.
Volvió a amarrar el saquito del cuello, pidiendo de nuevo protección.
Continuó adentrándose, con paso silencioso y decidido.  La espesura del bosque lo cubría todo, hasta el punto de no haber casi luz. Sus sentidos estaban alerta, preparado por si algún depredador le salía al paso. Fue poco a poco, pero decidido. Cada vez era más oscuro. Se paró un momento a escuchar, de fondo se oía un ruido que tenía pinta de ser atronador. Un ruido que alguien del Valle reconocería a la primera… Dimitri sonrió, ya estaba cerca. Sólo tenía que guiarse por su oído y no tardaría en llegar. Y así fue. Media hora después Dimitir estaba junto al río, que por esa zona iba con bastante fuerza.
Miró a su alrededor y aguzó su oído, no parecía haber nadie… Se equivocó, dos guardias salieron a su paso. Eran de la Guardia Real.
-          Alto el paso.- dijo uno de ellos.- ¿Se puede saber qué hace aquí?
-          ¿Acaso no lo ve? Me voy a dar un baño.- contestó Dimitri. Estaba claro que no les diría que iba a cruzar.
-           ¿Un baño? ¿No hace demasiado frío para bañarse en el río? Estamos en invierno.- el guardia frunció el ceño.
-          Ya ve usted. A algunos nos gusta bañarnos en esta época.- Dimitri prosiguió con su mentira.
-          ¿Cuál es tu nombre?- El otro guardia tomó la palabra.
-          Teseo señor.- Tuvo que pensar rápido. Si decía el suyo era probable que comenzasen a tirar del hilo, y eso no podía ser.
-          Teseo… ¿Es de la costa?´- el guardia continuó con su interrogatorio.
-          Sí. ¿Algún problema señor?
-          Sus rasgos me dicen que procede usted del interior, del Valle concretamente.- el segundo guardia no se creía del todo a Dimitri.
-          Eso es porque mi madre era de la costa. Mi padre en cambio procedía del interior. Era mercader.- Mentira. Todo lo que Dimitri había dicho era mentira. No conocía a sus padres. Desde que podía recordar siempre había estado con Clío, una aprendiz de Kunoichi mayor que él y que básicamente había sido como su madre.
Uno de los guardias se fijó en su macuto.
-          Está usted muy equipado para darse un baño.- el guardia desconfió aun más de él.
-          Ah… esto. Es mi bolsa de viaje.- el cerebro de Dimitri iba a toda velocidad. Si no contaba una historia coherente lo cazarían en seguida.
-          ¿Bolsa de viaje? ¿No se iba a dar un baño?
-          Sí, por supuesto. De hecho me iba a desvestir cuando me encontraron. Verá señor, la razón de esta bolsa es que vengo de ver a unos parientes. Por eso la llevo, porque estuve tres días con ellos.
-          ¿Y se puede saber de donde son sus parientes?- el guardia seguía sin creérselo.
-          De Raden, señor.- Fue lo primero que se le pasó por la cabeza, aunque no era del todo mentira, venía de allí.
-          ¿Raden?- el guardia escupió al pronunciar ese nombre.- Esos traidores deberían estar en las mazmorras del castillo y no allí.- Ese comentario encrespó a Dimitri. Si había algún traidor eran ellos dos, no el pueblo de Raden. Eran ellos los que habían traicionado a Zola, no los habitantes de Raden, que habían protegido y ayudado a Mars. Se hizo un silencio, que Dimitri aprovechó para quitarse a los guardias de encima.
-          Si me disculpan, señores, me gustaría poder tomar mi baño.- Los guardias lo volvieron a mirar y finalmente se marcharon. Dimitri esperó un rato en la orilla para asegurarse de que los guardias se habían marchado. Tras revisar la zona una vez más, se dispuso a cruzar.
Se quitó sus viejas botas y los calcetines de lana. También se quitó la capa, que junto con los calcetines guardó (o lo intentó) en el macuto. Amarró fuertemente el macuto, cruzando las cintas por su tronco. La espada la amarró como el macuto, por lo que ambos objetos iban en su espalda. Finalmente sus botas… también iban en el macuto. Por último se remangó los pantalones y se metió al agua.
El río iba con fuerza, pero afortunadamente no cubría demasiado, por lo que no se vio arrastrado. El agua llegaba a sus rodillas. Casi tropezó con una piedra que había en el fondo, pero aparte de eso no tuvo ningún incidente en el trayecto. Finalmente llegó a la otra orilla  


Una de Algo.

Cap. 4
Una vez fuera del pueblo consultó su mapa. El siguiente pueblo era Meld. Demasiada vigilancia.  Podía hacer dos cosas, desviarse a la izquierda hasta llegar al río Dem y luego seguir su curso hasta llegar a Fente, o desviarse a la derecha hasta llegar al río Blum y seguir su curso hasta la ciudad costera de Velia.
Si iba a Fente lo reconocerían como un habitante del Valle. Si iba a Velia nadie lo reconocería, pero tenía el doble de camino, y por lo tanto le llevaría el doble de tiempo, al menos si seguía a pie.
En ese momento se arrepintió de dormir durante las lecciones de magia, si no lo hubiese hecho ahora ya sería un mago azul y podría abrir puertas interdimensionales, pero se había dormido.
Guardó su mapa y decidió arriesgarse, iría a Fente.
Emprendió el camino hacia el río Dem. Un río lleno de grandes reuerdos. Allí había pasado toda su vida, preparándose para ser el mejor, entrenándose con Mars. Mars… hacía tiempo que no sabía nada de él. Su última carta era de hacía dos años, cuando todavía estaba en Raden…
Se sacudió la cabeza, si seguía pensando en eso su misión fracasaría, y eso no podía ser, es más, fracasar no se contemplaba.
Lo malo de dirigirse al río Dem eran los caminos. Sólo había uno, el Camino Real, que unía Raden con Meld y Meld con la otra orilla, por lo que si quería llegar sin ser visto tendría que internarse en el Bosque de las Mil Bestias y llegar a una zona más baja del río. Eso conllevaba perderse en la espesura del bosque… a no ser que fueses del Valle y te criases entre árboles, ríos y prados, entonces cruzar el Bosque no suponía ningún problema.

Se llevó la mano a su saquito e invocó al Gran Espíritu del Bosque, pidiéndole protección, porque aunque él fuese del Valle, en el fondo le seguía intimidando un bosque en pleno invierno.

Una de Algo.

Cap. 3
Aprovechó la distracción de Eli para marcharse. La despedida se había alargado demasiado, y eso no le gustaba.
Emprendió el camino hacia el interior del pueblo. Buscaba un lugar en el que comprar provisiones, pero estaba claro que en Raden no habría ninguno.
A su paso se encontró con un árbol. Un roble centenario, similar a los del Valle. Se encaramó a el y trepó hasta las ramas más altas y fuertes. Desde allí pudo observar todo el pueblo. Los suelos pavimentados, antaño tan limpios y lustrosos, ahora estaban cubiertos por el barro. Las casas, antaño tan cuidadas, ahora se caían a pedazos. La Zona Alta, antaño tan lujosa y la envidia de todos los nobles del reino, ahora estaba abandonada…
Sin duda los acontecimientos sucedidos hasta ahora habían acabado por completo con la próspera población de Raden… y todo por ayudar a Mars.
Volvió a echar un vistazo. En la Zona Alta ya solo quedaban ecos de antaño….

Se bajó del roble y siguió su camino. Tras veinte minutos a pie comenzó a avistar la salida del pueblo.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Una de Algo.

Cap. 2
Se despertó al amanecer. Cogió sus cosas y bajó a la taberna. La mujer estaba limpiando, pero se giró al notar su presencia.
-          Me marcho ya, ¿cuánto debo?- La mujer sonrió de forma comprensiva.
-          No es nada, hace tiempo que no cobramos a nadie.- Dimitri comprendió, sino había comercio no había dinero, por lo que debían de vivir con un sistema de trueque y solidaridad, lo más justo para una época como aquella.
-          Aun así te tomaste la molestia de hacerme la crema y prepararme la buhardilla.- Dimitri intentó convencerla. No le gustaba que le diesen algo sin dar él nada a cambio.
-          Lo siento, pero hace tiempo que no aceptamos dinero, ¿para qué lo querríamos? La Zona Alta está abandonada y la Zona Baja es pobre. ¿De qué serviría el dinero?- las razones que ella exponía eran lógicas, pero aun así tenía que agradecerlo con algo. Rebuscó en su macuto, en los bolsillos de su capa y en el saquito que colgaba de su cuello hasta que encontró algo.
-          Toma, no es ninguna moneda. Es un talismán para la suerte, pero puedes acudir a él siempre que quieras.- Dimitri se lo dio. Ella lo observaba detenidamente. El talismán era en realidad una esfera metálica, hueca por dentro. Consistía en unas tiras metálicas y planas que estaban entrecruzadas y dobladas de forma que formasen una esfera. En una de las tiras había unas runas grabadas.
-          ¿Qué pone en las runas?- Eli estaba maravillada y a la vez muerta por la curiosidad.
-          Nadie lo sabe.- respondió Dimitri.- Es el lenguaje de los antiguos moradores del Valle, pero nadie lo recuerda ya. Se perdió hace mucho.

-          Es… increíble…- Eli levantó la vista para darle las gracias a Dimitri, pero él ya no estaba. Se había marchado.

Una de algo.

Cap. 1
Raden era uno de los pocos pueblos que no estaba amurallado. La zona baja era tan pobre que no había nada que robar, y la alta… bueno, la alta había sido abandonada meses atrás. Buscó un lugar en el que pasar la noche. “El Dragón verde” resultó el elegido. Era una taberna de mala muerte. La gente estaba desaliñada y sucia, con harapos, pero no importaba. Sólo necesitaba un lugar en el que pasar la noche.
La gente le miró nada más entrar. Poco había que lo separase socialmente de ellos, tan solo su espada y su macuto de viaje.
-          Busco un lugar en el que pasar la noche.- Lo dijo sin rodeos. Sabía que a esas personas les gustaba hablar claro.
-          Solo tenemos la buhardilla.- El tabernero lo miró con desconfianza. Parecía un niño de bien, aunque vistiese como ellos.
-          Me vale.- respondió Dimitri.
El tabernero se asomó a una ventana y habló con alguien.
-          Tienes que esperar un poco. Eli lo tiene que preparar.- Dimitri asintió con la cabeza y se sentó en un banco.- ¿Quieres algo?- volvió a hablar el tabernero.
-          Me vale cualquier cosa que esté caliente.- el tabernero asintió y se metió en el cubículo tras el mostrador. Regresó con un cuenco humeante.
-          Ahí tienes.- Dimitri dio las gracias y se dispuso a comer.
Era una especie de crema, con varias cosas mezcladas, pero no supo distinguir ningún sabor. Era como la que les daban las madres a los bebés en el Valle. O por lo menos eso le pareció.
Una mujer se acercó al tabernero a decirle algo.
-          Ya tienes la buhardilla. Puedes subir cuando quieras.- Dimitri asintió, acabó la crema y subió.
La buhardilla constaba de un estrecho catre, un viejo arcón de a saber cuándo y una alfombra medio roída. El lado positivo era la ventana del techo, que le permitía observar el cielo.

Poco a poco fue cerrando los ojos, hasta quedarse dormido.

Una de algo.

Prólogo.
Dimitri permanecía quieto, con la mirada perdida. En el suelo había un cuerpo, era de una mujer. En su mano asía una espada, todavía ensangrentada. Era la primera vez que mataba a alguien. Entrenado para la lucha desde niño, para matar si era necesario. Había aprendido todas las lecciones a la perfección, pero nunca le habían explicado lo que se sentía después de matar. Nunca le habían dicho que tendría que matar.
Un gran estruendo se escuchó. Una luz blanca se vio en el cielo. Era una nueva tormenta. Decidió coger sus cosas y marcharse, pero no quería dejar el cadáver ahí. Tomó su varita y formuló un hechizo. Un agujero se formó en el suelo. Todavía no era un mago experimentado, es más, pertenecía al segundo nivel  de magos blancos. Empleó toda la fuerza de la que fue capaz para mover el cuerpo hasta el agujero. Luego echó toda la tierra encima.
La tormenta todavía seguía. Tenía pinta de no parar en toda la noche.

Cogió sus fardos y se marchó en dirección a Raden, el pueblo más cercano. 

martes, 3 de diciembre de 2013

#16

Hasta ese momento nunca había entendido por qué la gente relacionaba la música con sus sentimientos cuando la escuchaba.
Yo simplemente la escuchaba por gusto, a todas horas, sí, pero por gusto. Entrabas en mi cuarto y lo único que veías eran vinilos, CD's, cassettes... todo acompañado por radios, walkman, discman,, un tocadiscos, un pick-up e incluso un gramófono que había encontrado por ahí... Sí, ese era mi cuarto, y por lo tanto una representación gráfica de lo que yo era (bueno, tampoco es que haya cambiado mucho desde entonces, de hecho mi cuarto sigue siendo así, quizá un poco más atestado).
Pero entonces llegaste tú, entraste en mi vida y te conocí. Me mostraste que la música no solo era un entretenimiento, que podía expresar mucho más, y yo eso ya lo sabía... solo que de otra manera. La verdad es que nunca me había parado a pensar en las letras de las canciones, en los sentimientos que reflejaban al ser interpretadas... Yo solo las escuchaba porque me gustaban, me gustaba su letra, la música que tenían, me gustaba el artista que las interpretaba, pero nunca las relacioné con mis sentimientos, al menos no de forma consciente.
Sin embargo, todo eso cambió de un plumazo, cambió cuando te conocí. A partir de ese momento todas las canciones comenzaron a tener sentido. Ya no solo las escuchaba porque sí. Ahora las escuchaba porque me identificaba con ellas. Lo que sentía lo identificaba con la letra... 

Diario de un rincón de mí.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Para ti.

Ya sabes quien soy. Y sé que en este momento no lo verás. Es posible. Ahora mismo solo espero que el viaje a bordo de la barca de Caronte te esté (o haya resultado) resultando agradable. Sólo espero que no tengas que vagar cien años en su barca por no haberle dado la moneda. Espero que te lo haya perdonado. Solo espero que cuando alcances tú destino en el Hades, éste sea los Campos Elíseos. Bueno, no lo espero, lo sé. Espero que allí vivas feliz, con el abuelo, y el resto de conocidos y desconocidos que hay desde que los tiempos tienen memoria.
Te echaré mucho, pero que mucho de menos. Y se hará difícil pasar las navidades sin ti, tan cercanas a esta fecha. Pero también el resto del tiempo.

Te quiere, Carmen.

jueves, 24 de octubre de 2013

#15

Dicen que si amas a alguien le debes dejar ir, que si vuelve es porque te corresponde y sino, que no has sido correspondido. Pero también dicen que, si realmente amas a alguien, debes luchar por esa persona hasta el final. Luchar hasta la muerte... ¿por amor? A veces no lo veo demasiado claro.
Diario de un rincón de mí

sábado, 19 de octubre de 2013

#14

Su corazón palpitaba aceleradamente cubriendo los sonidos del bosque.Se tropezó con una rama, no la había visto. Se levantó lo más rápido que pudo, los cazadores estaban cerca, oía sus pasos y sus gritos a su alrededor, pero no los veía. No sabía donde estaban.
Siguió corriendo sin saber a donde ir, la falta de estrellas en el cielo y la niebla que cubría el bosque hacían dificultoso ver lo que había delante.
Finalmente tuvo que parar, estaba agotada. Miró a su alrededor, una cueva oculta sería un escondite perfecto. Se metió dentro, se quitó la poca ropa de abrigo que llevaba y se acomodó sobre ella. Allí pasaría la noche, ya decidiría lo que hacer mañana.

martes, 15 de octubre de 2013

#13

Gracia corría desesperadamente. Temía no llegar a tiempo al colegio, el único lugar que podía ofrecerles protección a ella y a Caleb. 
Pasó por delante de una casa y se paró. Era la de él, pero parecía vacía, seguramente ya estaría en el colegio, con el resto.
Siguió su camino, tratando de protegerse con lo que encontraba mientras los militares seguían disparando. ¿Cómo se había llegado a esa situación? Nadie tenía respuesta para aquello, o sí, pero no lo querían decir. Tan sólo un mes antes estaba haciendo su vida normal en el instituto cuando los militares enviados por el presidente entraron, llevándose a algunos de los profesores. ¿Por qué? Por oponerse. También se llevaron a algunos alumnos con ellos, como rehenes. Entre esos rehenes se encontraba ella. Todavía no sabía como lo había conseguido, pero eso no importaba ahora. Tenía que llegar al colegio cuanto antes, asegurarse de que Caleb estuviese bien y luego dar parte de todo lo que había descubierto durante su cautiverio. 

domingo, 13 de octubre de 2013

#12

Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y en ciertos momentos, parece que esa frase se hace realidad. Siempre he sido una persona reticente a los cambios y, parece que, de unos años para aquí, en mi vida no ha habido más que cambios. He pasado de los "para siempre" con ciertas personas, a los "hasta nunca". He conocido a muchas personas, pero por alguna u otra razón, muchas se han ido de mi vida o solo han estado de paso.
Siempre me digo que tengo que ser fuerte, que estos momentos son sólo eso, momentos, que ya se pasarán. Pero en ocasiones parece que no es así. Y aunque procuro ser feliz, en ocasiones la tristeza me consume, y eso es algo con lo que no puedo.
Y justo cuando, después de unos momentos un poco inestables, parecía que mi vida volvía estabilizarse, ¡pum! Otra vez y vuelta a empezar. Pero que se le va a hacer.
Y mientras pasa todo esto, trato de mirar con optimismo al futuro, aunque a veces me cueste demasiado.  

lunes, 7 de octubre de 2013

#10



El ruido del tren partiendo. La música a todo volumen en el coche. Aquella vez en el teatro. Viena. Fotos. Visitas. La casa de Mozart. 1985. ¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas todo eso? Ya sé que pasaron 28 años desde todo aquello. 28 años desde nuestro viaje de fin de carrera, pero yo no lo he podido olvidar, no sé tú, pero yo simplemente no pude, no puedo, todavía sigo sin poder. ¿Recuerdas nuestra promesa de antaño?¿Esas miradas, esos silencios que lo decían todo?¿Recuerdas esas noches sin dormir, en las que nos prometimos el mundo? Espero que sí, que no sea yo la única que lo recuerde. Que no sea la única que pasa las noches en vela recordando días pasados, días de juventud, nuestros días. En esos momentos mi felicidad eras tú, tus caricias, tus besos, tus abrazos. Eras lo único que necesitaba para vivir. Pero te fuiste, te fuiste y no volviste, dejándome sola. Pasé muchas noches llorando, preguntándome el por qué, sin obtener ninguna respuesta. Luego llegó el otoño, y comencé a trabajar. Allí conocí a una persona que me puso en contacto contigo. Te llamé. Te llamé dos veces. La primera no respondió nadie, la segunda fue respondida, pero no por ti. No era tu voz la que sonaba, era una mujer. Una mujer con una bella voz. Entonces colgué, y empecé a imaginarme a esa mujer. ¿Sería tu novia? Era muy posible. ¿Y en ese caso, cómo sería? Por supuesto muy bella, quizá rubia, quizá morena, quizá pelirroja. Con unos bonitos ojos y una preciosa sonrisa. Unos hoyuelos se le formarían al sonreír. ¿Pecosa? Puede. ¿Elegante? Por supuesto. Eso era lo que yo me imaginaba después de aquella llamada. Entonces llegó el invierno, y con el, la nieve, el frío, la lluvia, las mañanas en el trabajo y las tardes en casa, con chocolate caliente y un buen libro, cómo te gustaba a ti. Cómo me gustaba a mí. Cómo nos gustaba a los dos. Y así día tras día, hasta que llegó la primavera. Con la primavera vinieron también los primeros días soleados, las flores, la visita de mi familia y las continuas preguntas sobre ti que estaban sin respuesta. Luego llegó el verano, pantalones cortos, playas, viajes... y aquel día. Volvía a estar en Viena. En el teatro. Representaban la Flauta Mágica de Mozart. En el descanso entre actos me dirigí al baño. Y allí estabas, de pie contra la pared. Entonces te giraste, en la puerta del baño había una mujer. Era pelirroja. De ojos azules. Pecosa. Unos hoyuelos se le formaron mientras sonreía.Tú también le correspondiste la sonrisa, y le cogiste la mano, tal y cómo me la habías cogido a mí un año antes. Entonces os fuisteis, ni siquiera miraste para atrás. Entonces fue cuando me di cuenta que tú ya habías rehecho tu vida, que yo ya sólo formaba parte de tu pasado, y volví a mi asiento. Me adentré en el mundo de la ópera y me olvidé de todo.


domingo, 6 de octubre de 2013

#11

"Segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer". Siempre había soñado con viajar a allí, al país de Nunca Jamás.
Cuando era una enana todas las noches soñaba con que Peter Pan se colaría en mi habitación y me llevase a allí. A ese lugar en el que los niños siempre eran niños, en el que con cerrar los ojos e imaginar bastaba para vivir, en el que viviría grandes aventuras como una niña perdida. Ese lugar que, al fin y al cabo, representaba la infancia. Pero Peter nunca se coló por mi ventana, nunca me roció con polvo de hada y nunca me enseñó a volar. Y así fueron pasando los años, y cada vez que pasaban menos creía que me vendría a buscar. Y así fue, hasta que un día ya simplemente dejé de pensar en ello y mi infancia me abandonó.

sábado, 5 de octubre de 2013

#9

La lluvia resbalaba por su pelo y la ropa se le pegaba al cuerpo. Pero no era eso lo peor. Lo peor era que el frío le estaba calando los huesos. Llegó al portal lo más rápido que pudo. Lo primero que hizo al entrar en el piso fue cambiarse. Después se preparó una infusión, para entrar en calor. Llamaron al timbre y fue a abrir. Era él. No tuvo tiempo de reaccionar. Su beso la cogió de improviso.

viernes, 4 de octubre de 2013

#8

La coleta alta. Su camiseta favorita por dentro de la falda. La falda negra. Las zapatillas negras. La mochila. Abrir la puerta y salir. Caminar. Nervios. Llegar a la entrada. Gente nueva. Más nervios. El timbre sonando. Primer día de clases.


jueves, 3 de octubre de 2013

#7

El pelo castaño estaba húmedo, pero a Malena le daba igual, no todos los días se veía un temporal como aquel. Las casas próximas a la playa estaban cerradas, el mar llegaba hasta ellas.
A su lado estaba Dimitri. Estaban sentados en un acantilado, pero por razones muy distintas: a Malena le fascinaba el mar, Dimitri reflexionaba.
Una ráfaga de viento azotó sus caras, Malena estornudó. Dimitri se quitó su cazadora y se la pasó. Malena estaba perpleja, en el fondo Dimitri no era un mal chico, quizá pudiesen ser amigos, pero antes tendrían que conocerse, aunque por el momento habían empezado con buen pie.
Malena se levantó, se acercó a Dimitri y le dio un beso en la mejilla.
–                   Gracias por la cazadora.
–                   Puedes llevártela, ya me la devolverás otro día.
Con esas palabras se despidieron. Con esas palabras comenzó algo especial entre ellos, y con esas palabras terminó.
Malena dejó la cazadora de Dimitri en una de las estanterías de su habitación, así nunca se olvidaría de él. 


#6

El ruido del tren partiendo. La música a todo volumen en el coche. Aquella vez en el teatro. Viena. Fotos. Visitas. La casa de Mozart. 1985. ¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas todo eso? Ya sé que pasaron 28 años desde todo aquello. 28 años desde nuestro viaje de fin de carrera, pero yo no lo he podido olvidar, no sé tú, pero yo simplemente no pude, no puedo, todavía sigo sin poder. ¿Recuerdas nuestra promesa de antaño?¿Esas miradas, esos silencios que lo decían todo?¿Recuerdas esas noches sin dormir, en las que nos prometimos el mundo? Espero que sí, que no sea yo la única que lo recuerde. Que no sea la única que pasa las noches en vela recordando días pasados, días de juventud, nuestros días. En esos momentos mi felicidad eras tú, tus caricias, tus besos, tus abrazos. Eras lo único que necesitaba para vivir. Pero te fuiste, te fuiste y no volviste, dejándome sola. Pasé muchas noches llorando, preguntándome el por qué, sin obtener ninguna respuesta. Luego llegó el otoño, y comencé a trabajar. Allí conocí a una persona que me puso en contacto contigo. Te llamé. Te llamé dos veces. La primera no respondió nadie, la segunda fue respondida, pero no por ti. No era tu voz la que sonaba, era una mujer. Una mujer con una bella voz. Entonces colgué, y empecé a imaginarme a esa mujer. ¿Sería tu novia? Era muy posible. ¿Y en ese caso, cómo sería? Por supuesto muy bella, quizá rubia, quizá morena, quizá pelirroja. Con unos bonitos ojos y una preciosa sonrisa. Unos hoyuelos se le formarían al sonreír. ¿Pecosa? Puede. ¿Elegante? Por supuesto. Eso era lo que yo me imaginaba después de aquella llamada. Entonces llegó el invierno, y con el, la nieve, el frío, la lluvia, las mañanas en el trabajo y las tardes en casa, con chocolate caliente y un buen libro, cómo te gustaba a ti. Cómo me gustaba a mí. Cómo nos gustaba a los dos. Y así día tras día, hasta que llegó la primavera. Con la primavera vinieron también los primeros días soleados, las flores, la visita de mi familia y las continuas preguntas sobre ti que estaban sin respuesta. Luego llegó el verano, pantalones cortos, playas, viajes... y aquel día. Volvía a estar en Viena. En el teatro. Representaban la Flauta Mágica de Mozart. En el descanso entre actos me dirigí al baño. Y allí estabas, de pie contra la pared. Entonces te giraste, en la puerta del baño había una mujer. Era pelirroja. De ojos azules. Pecosa. Unos hoyuelos se le formaron mientras sonreía.Tú también le correspondiste la sonrisa, y le cogiste la mano, tal y cómo me la habías cogido a mí un año antes. Entonces os fuisteis, ni siquiera miraste para atrás. Entonces fue cuando me di cuenta que tú ya habías rehecho tu vida, que yo ya sólo formaba parte de tu pasado, y volví a mi asiento. Me adentré en el mundo de la ópera y me olvidé de todo.






sábado, 7 de septiembre de 2013

#5

Una lágrima cayó de sus ojos verdes. Una lágrima llena de amargura, frustración, desesperanza. Una lágrima que indicaba que todo se había acabado ya; que no había vuelta atrás; que habían perdido; que ya no podrían hacer nada; que los sueños se habían acabado.
Una lágrima que se mezcló con el charco escarlata del suelo.
Una lágrima que moría en ese instante. Una lágrima que lo cambiaría todo. 

lunes, 26 de agosto de 2013

#4

Esa semana había estado muy ajetreada. Todo lo que no estaba relacionado con su trabajo o sus estudios había pasado a segundo plano o lo había ignorado.
Llegó a su casa y vio una llamada en el teléfono, era de él. Le extrañaba que la hubiese llamado, así que decidió devolverle la llamada.
Sonó varias veces, pero no respondió nadie, finalmente salió el contestador: "Buenas, soy Paris, gracias por llamarme, pero lamento decirte que me acabo de mudar a Nueva York, si quieres contactar conmigo debes llamarme al sig..."
Colgó.
¿Nueva York? No se lo podía creer, ¿acaso se había marchado?, ¿cuando?, ¿como?
Se paró, se tranquilizó y recordó todo lo que había pasado esa semana: los últimos exámenes, los problemas en el trabajo, el pago del piso... y la extraña conversación con Paris el miércoles al salir del trabajo.
Entonces sus palabras tuvieron sentido: "Nina... ¿si yo me fuese de aquí para cumplir mi sueño...te vendrías conmigo?" Esa pregunta la había dejado perpleja, "Paris, ¿pero que dices? ¿Por qué te ibas a marchar?"
"Tú solo respóndeme. ¿Te vendrías conmigo? ¿Lo dejarías todo y vendrías?"
"Paris, yo..."
"Está bien, no pasa nada."
"Cumplir su sueño..." Esas palabras rondaban por su mente y no le permitían descansar. 
Se levantó. Era madrugada. Solo las luces de las farolas iluminaban la calle.
Cogió la maleta, apagó las luces y cerró la puerta.
Encendió el motor del coche y puso rumbo al aeropuerto. Si tenía suerte aun podría encontrar algún billete y abandonar Roma en algún vuelo por la mañana. Claro, si tenía suerte.

viernes, 2 de agosto de 2013

#3

Regresó extenuado. Estuvo corriendo todo el día buscándola, sin éxito. ¿Dónde se podría haber metido? No tenía ni idea. Aparecía y desaparecía, sin ninguna explicación, silenciosa como un felino. Al final se dio por vencido, en algún momento tendría que volver. Se acomodó en el sillón y en cinco minutos se quedó dormido. Ni siquiera notó cuando ella llegó.
Los rayos de Sol lo despertaron. Abrió los ojos achocolatados lentamente. Estaba cubierto por una manta. A su lado había una nota. Se había marchado.

martes, 30 de julio de 2013

#2

Soledad. Esa palabra que tanto miedo y tristeza da a algunos y tanta felicidad a otros. Una palabra que puede significar muchas cosas. Un día de soledad puede ser un día de introspección de tu interior o puede ser un día de máxima diversión practicando tus aficiones favoritas. También puede ser un momento para calmar todas las emociones, o un momento para expulsarlas todas sin hacer daño a nadie.
Lo que está claro es que mucha soledad no es buena. Es necesario tener gente a tu lado para apreciarla. Pero también es necesario tener mucha fuerza interior para soportarla un día tras otro. Y las cosas empeoran cuando te dicen que te busques amigos, da igual si los tienes o no, si están cada uno a su aire o salís todos los días, porque a veces, no saben lo que pueden provocar esas palabras en el interior de uno mismo.
Búscate amigos, dicen, ¿es que no tienes? Dicen. Sí, pero qué pasa cuando esos amigos tienen sus planes de antemano, ya llevan un tiempo ahorrando para el verano en familia, o simplemente, por problemas personales, no pueden, entonces… ¿qué? ¿Qué queda? Pues nada, solo la soledad, tardes y tardes de aburrimiento,  haciendo lo mismo, estando tu solo en la piscina, paseando tu solo… todas esas actividades veraniegas pensadas para pasar con amigos… ya no sirven para nada, no están pensadas para la soledad, y aunque pongas cara de alegría y diversión, digas que todo está bien y que te lo estás pasando genial… en el fondo sabes que no es cierto, que solo es una maldita excusa para que te dejen en paz y no piensen que tienes algún tipo de depresión o síndrome. Esto es así, y es así cómo me siento ahora, aunque sepa que en un rato me reuniré con una de las personas que más me conoce, quizá la que mejor me conozca fuera de mi familia, e incluso mejor que algunos miembros de mi familia, o al menos se molesta en hacerlo.


#1

Tarde de otoño. Los últimos rayos resbalaban  sobre su pelo castaño sacándole reflejos rojizos. Su cara, de un color rosado a causa del frío, con  unos labios cortados y unos ojos brillantes, mostraban algo más de lo que a ella le gustaría.
Alguien se acercó por detrás y la abrazó. “No pasa nada” le susurró una suave voz a su oído. Una voz suave y reconfortante, una voz que conocía muy bien y que le daba seguridad.
“Estás muy seguro” su melodiosa y dulce voz resonó en el parque vacío, entremezclándose con los árboles desnudos y los graznidos de los patos.
“Tenemos que ser fuertes”. Ella giró su cabeza, los ojos verdes de él y su rebelde pelo negro liso le daban una dulzura inusual. “Tenemos...” “No pienso dejarte sola” “No tienes por qué, no me va a pasar nada...” “No te voy a dejar sola...” “¿Por qué? ¿Por qué te preocupas tanto por mí?” “Porque me importas demasiado”.
Se giró a tiempo, una lágrima furtiva resbalaba desde sus ojos  castaños trazando un recorrido por su rostro. Ese simple gesto fue suficiente para destruir lo poco que quedaba de sus barreras.